Un negacionista lo sabe todo. Sabe que tu madre, que llevaba tres semanas en la UCI, no se ha muerto de coronavirus. Y eso, sin hacerle la autopsia que a través de redes, con la sensibilidad de una piedra pómez, te exige una y otra vez que pidas. Da igual que no haya acabado la Secundaria y que no escriba una palabra sin su correspondiente falta de ortografía, es científico, médico, farmacéutico, microbiólogo, investigador y epidemiólogo. Vaya, que Margarita del Val es a un negacionista lo que yo a Svetlana Alexiévich. Me cuesta entender que tantísimo talento y conocimiento, en vez de alcanzar la élite de nuestra sociedad, se haya perdido en cocinas de pizzería, pódiums de discotecas, centros de bienestar, retiros de meditación, recepciones de hotel, interioristas y jugadores de póker profesional, como explican ellos mismos en sus perfiles en Facebook. También son sociólogos. Saben perfectamente cuál es la esperanza de vida en cada país. Y no dudan en proclamar a las cuatro redes que un muerto por covid, si tiene cierta edad, ya estaba tardando en abandonar este mundo. No tienen pelos en la tecla para escribírselo, con la empatía de Charles Manson, a los familiares del fallecido. Un negacionista lo sabe todo. Menos de humanidad.