Es un rincón angosto y silencioso. Casi secreto. Un lugar de sombra y olvido. A pesar de su abandono -o tal vez por él-, ha preservado ese algo indefinible que llamamos 'aura', la atmósfera aquietada de otros tiempos que ya no encontramos en ningún otro lugar de Dalt Vila. Hace ya muchos meses que no lo visito porque estoy lejos de la isla. Espero que no se le haya ocurrido a nadie echar mano de la podadera y cortar la asilvestrada hiedra que se descuelga desde unas terrazas y que casi tenemos que apartar para pasar. Hablo, ya lo habrán adivinado, del carreró de la Soledat, ese breve pasaje en el que, si abrimos los brazos, tocamos, a uno y otro lado, las paredes que lloran humedades. La callejuela transcurre entre un alto muro y la espalda de viejas casonas, por detrás del Palacio Episcopal. Hasta ahora no lleva a ningún sitio, porque una tapia y una puerta despintada, desvencijada y con cerrojo, cierran el paso. Por los resquicios de sus tablas uno puede asomarse al otro lado, aunque mejor es no hacerlo porque lo que se ve son hierbajos, ruinas, basuras y algunos bien alimentados morrongos que allí tienen un seguro safari ratonil.

Por el mapa de la ciudad, uno sabe que lo que queda detrás de la tapia es un espacio de considerables dimensiones, perfectamente identificado, entre los baluartes de Sant Jordi y Sant Jaume. Es el solar que ocupaba el antiguo Hospital de Dalt Vila. ¿Sabe alguien cuántos años hemos tenido tan privilegiado lugar -dentro de lo que hoy es Patrimonio de la Humanidad y con vestigios arqueológicos de considerable valor- en el estado que todavía tiene hoy? Me dicen que, finalmente, el Consell Insular ha soltado la mosca, 1,5 millones para adquirir el solar, adecentarlo, estudiar el yacimiento, sacarlo a la luz y completar el paseo perimetral de las murallas que hasta ahora tenía allí un incomprensible y vergonzoso vacío. Cabe suponer que la inmediatez del futuro Parador puede tener algo que ver con la recuperación que ahora se hace. Bien está lo que bien acaba, pero es descorazonador que vayamos siempre a remolque.