Para entender la desconexión de los políticos de la realidad, no hay más que leer lo que decía ayer en una entrevista el conseller Marc Pons, que lleva saltando de cargo en cargo desde su comunión. «Habrá que pedir esfuerzos muy grandes a ciudadanos y sectores económicos». Observen con qué habilidad se desmarca: Habrá que pedir, sí, pero a los demás. En la pira del sacrificio arderemos todos, menos Pons y sus colegas, que observan desde su torre de cristal el sufrimiento de la plebe. En la gran manifestación de la restauración de Palma contra el cierre y la falta absoluta de ayudas económicas al sector, comienza a vislumbrarse ya el hartazgo de la sociedad con sus gestores (?) políticos, que ordenan cerrar puertas a los negocios mientras tocan la lira en palacio, sin aportar compensaciones económicas (como sí están haciendo en otros lares) para no condenarles al cierre definitivo. Solo después de una concentración, prohibida por la delegada del Gobierno, que reunió a 4.000 personas pidiendo a gritos su dimisión, la presidenta Armengol se dijo: «Pues igual sí que habría que ayudarles». La pandemia desbocada, la vacunación a ritmo de tortuga y la ruina económica de las islas asegurada. Pero tranquilos, todo (comilonas y copas incluidas) lo hacen por nuestro bien. Somos unos desagradecidos.