Miramos de reojo la evolución del covid en Mallorca mientras en Ibiza los casos se desbocan. En la isla vecina cerrarán el martes durante dos semanas bares, restaurantes, gimnasios, las zonas de los centros comerciales que no se dediquen a alimentación o productos esenciales. Mañana conoceremos las nuevas restricciones que aplicará el Govern en Ibiza para tratar de frenar esta escalada imparable de contagios, provocada por los «pero si no pasa nada» de las fiestas navideñas.

Sabíamos que no podían ser como siempre, pero qué difícil es aplicar a rajatabla las normas cuando se mezclan los afectos, las tradiciones, los días señalados, las emociones. Qué fácil es dejar a un lado el sentido común y buscar justificaciones para todo. Ahora la cuestión es calcular si tenemos tiempo para reducir la incidencia del coronavirus hasta unos niveles manejables antes de mayo, cuando debería echar a andar la temporada, aunque sea muy tímidamente, y evitar así la debacle económica en la isla. El virus se expande al galope, de forma exponencial, pero qué sumamente complicado es bajar la curva. Quizás cuanto antes sigamos los pasos de Mallorca, antes podamos frenar a este virus que ni el más sádico de los guionistas habría imaginado por increíble.