Opinión

Vergüenza torera

Ridícula yo por pagarlo. O por pedirlo, o por no preguntar. Pero es que, ni el sol acariciándome suavemente el rostro, ni la brisa marina, ni la inmensidad del mar extendiéndose ante mis ojos en un majestuoso baile otoñal -por ese momento no habíamos atravesado aún el abismo del solsticio de invierno-, justifican estos precios. Siete euros con cincuenta céntimos por una copa de vino y cinco eurazos por una caña (ni doble ni jarra ni litrona, caña). En un año donde la palabra crisis no abarca ni por asomo la magnitud del drama social que acaece a nuestra sociedad, que en Balears y en Ibiza en concreto es más evidente que en ninguna otra parte de España, y que recientemente ha dejado titulares como «La crisis del covid destruye 543 empresas y 3.900 empleos en las Pitiusas» o «El paro en Ibiza se dispara un 144%, la mayor subida de Balears» (a fecha de septiembre), algunos locales, como este de Sant Antoni, siguen manteniendo unos precios que, además de excesivos, descomunales, desorbitados o como quieran calificarlos, dejan bien claro la falta de empatía y el nulo compromiso con una población residente que agoniza y desespera, rondan la inmoralidad y resultan hasta blasfemos. Vergüenza torera.

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