La tradición, la propia al menos, dicta que en estos artículos de final de año o de principios del siguiente hay que hacer un balance del que termina y algún guiño al que nos llega. Una carta a los Reyes Magos que nunca se cumple, porque al final siempre acaba cayendo más incienso y mirra que oro y son dos productos con los que ya no se puede construir nada. Ejemplos, en uno de los últimos artículos del año pasado, y también del anterior, me centraba en las asignaturas pendientes que quedaban y que siempre solían ser las mismas: el desarrollo del Régimen Especial, la llegada de fondos para infraestructuras en unas islas acostumbradas a dar siempre más de lo que reciben, la defensa del medio ambiente, el cambio del modelo turístico, la protección del territorio, el reparto más equitativo de la riqueza para que deje de haber tantos trabajadores pobres en las islas, el descomunal problema de la vivienda, los alquileres y precios abusivos... Asignaturas heredadas cuyos agujeros se han ido haciendo cada vez más grandes con el tiempo. Pero 2020 nos ha dado tal bofetada que nos ha devuelto a los básicos. Nos conformamos con salud, amor, paz y comida, techo y ropa para todos. Vamos, que hasta el incienso y la mirra nos pueden ir bien.