Hemos terminado de leer 'Balearic, historia oral de la cultura de club en Ibiza', una obra interesantísima de Christian Len y Luis Costa que hace repaso de las salas de fiestas y discotecas ibicencas desde los años 50 hasta hoy. Para llevarlo a cabo, los autores han entrevistado a cien personalidades, que cuentan en primera persona su experiencia. En su momento, también me propusieron participar en estas entrevistas para rememorar el asociacionismo de las salas de fiestas pitiusas, cuyo colectivo tuve el honor de presidir desde su creación durante veinte años.

Su lectura también me ha dejado una sensación de nostalgia. Los empresarios nunca habíamos estado tan divididos como en estos últimos años y la causa son los movimientos transversales y el desconcierto provocado por una competencia diurna inoportuna. Desde hace una década, estas actividades se han solapado al ocio nocturno descomponiéndolo todo.

El abuso producido lo sostiene una asociación que ampara y protege en exclusiva a los establecimientos de ocio diurno en hoteles, que operan sin licencias reguladas, desacreditando y descalificando al ocio nocturno. Han creado una total desconexión sectorial, habilitando con hechos consumados la ley del más fuerte; extra legem (fuera de la ley). Únicamente la docilidad de los políticos de turno ha facilitado la aparición de esta trinchera que separa el día de la noche, y cuyos flancos quedan delimitados entre la música de amenización y la música de animación participativa.

Cuando era presidente de la asociación y durante toda mi experiencia empresarial, siempre obtuvimos una licencia habilitante concedida por la Administración que amparaba nuestras actividades.

En 1965, los empresarios pitiusos nos unimos para formar parte de la organización sindical que establecía el sistema, enlazando el empresariado con el mundo del trabajo y su regulación. Pese a todo, en la asociación encontramos una unión excepcional, defendiendo nuestros derechos con una lealtad inquebrantable.

Con la democracia se produce un cambio en nuestra relación con la Administración. Las salas de fiestas y discotecas dimos un paso adelante y creamos el Sector Autónomo de Ibiza y Formentera. En 1984 cedí el testigo y la buena sintonía se prolongó hasta que se produjo el desmadre legislativo y asociativo que creó la ley de 2012. A pesar de ello, una espectacular noticia alienta esperanzas, despeja dudas y establece la verdad sobre los hechos acontecidos.

Todo este conflicto de competencias, en estos momentos de desconcierto, lo esclarece una inspirada y oportunísima sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Baleares, de 28 de octubre, relacionada con un hotel de Palma que ofrecía conciertos en su planta-ático. Esta decisión judicial determina qué debe ocurrir con los hoteles que ofrecen conciertos a pesar de que no disponen de licencia de actividad propia y se arrogan dicho derecho amparándose en las actividades complementarias de la ley turística de 2012.

Dice la sentencia: "Los indicados preceptos, que permiten al establecimiento de alojamiento la prestación de servicios complementarios sin necesidad de obtener licencia de actividad para cada uno de tales servicios compatibles, lo es en relación con los que se prestan a los usuarios de servicios turísticos. Esto es, a los usuarios del servicio turístico de alojamiento que es el que presta el establecimiento. A los usuarios del hotel en nuestro caso". Los servicios turísticos que se ofrecen en el hotel de forma complementaria tienen que ser, por tanto, destinados exclusivamente a los clientes alojados y no al público que llega del exterior.

Su contenido contradice y desmonta el único informe que parecía amparar dicha situación, emitido por los servicios jurídicos de la conselleria balear de Turismo y Deportes, el 5 de julio de 2011, coincidente con el año de inicio de estas actividades en Ibiza. Y lo que ya resulta inimaginable es que una actividad principal de hospedaje pueda alojar otra supuestamente secundaria, que se convierte en la principal del propio hotel (discoteca, restaurante y club de playa).

Este ocio diurno al aire libre en la terraza de un hotel adopta el exitoso modelo de apertura y cierre de temporada que Space venía realizando desde 2001, con permisos puntuales otorgados por el Ayuntamiento. Se iniciaba la actividad a las 16.30 hasta medianoche en el exterior, y desde medianoche hasta mediodía en el interior de la discoteca. La diferencia es que el hotel se apropia de esta conducta puntual para traducirla en una actividad permanente en esta franja horaria diurna. El horario, por tanto, es un elemento determinante para cometer esta falacia, que tan solo una pandemia mundial ha podido parar.

La competencia desleal que, como acabamos de ver, ejerce este ocio diurno, solo puede tener una respuesta: la creación de una nueva asociación del ocio nocturno que dé la réplica y restablezca el orden sectorial, aglutinando a las actividades que establece el artículo 60 de la vigente ley turística de 2012.

La sentencia del TSJB cuestiona profundamente la legitimidad de las actividades realizadas en los hoteles espectáculo, que con un permiso de música aleatorio puedan ejecutar conciertos y actividades que no les son propios y que han cambiado por completo el modelo turístico que existía antes de 2011. Alrededor de la piscina del hotel y frente a un escenario exterior con la música como protagonista, compartiendo un espacio común exclusivo para los propios clientes alojados, se solapan dos actividades contradictorias. Se origina un "modus vivendi" alternativo no contemplado en la ley turística. Y este nuevo "modus operandi" cambió el modelo turístico anterior en 24 horas.

Esta sentencia da lugar al Consell Insular a que restablezca el ordenamiento jurídico oportuno que modifique el modelo turístico actual, con un denominador común basado en un nuevo régimen de horarios para todos los sectores y ciñéndose al espíritu de esta sentencia.

Lo sensato y oportuno debería ser una medida cautelar de protección que permita volver a empezar con el horizonte despejado. Solo así se impedirá que el ocio diurno se anticipe acaparando en exclusiva el limitado público que vaya llegando a la isla, con la ilusión de descubrir la Ibiza que este nuevo escenario turístico ofrecerá y que necesariamente debe realizarse en beneficio del interés general.