Ingresé en un hospital de una importante cadena hospitalaria para una artroscopia de menisco. Como tenía que pasar tan solo una noche no se lo dije a nadie, para no molestar. Tras la intervención, de nuevo en mi habitación, me di cuenta de que me habían puesto una epidural, porque tenía las piernas paralizadas. Quise llamar a una enfermera pero el timbre de mi habitación estaba estropeado.

De repente, y sin llamar a la puerta, irrumpieron en mi habitación cuatro mujeres de uniforme blanco, dos de ellas muy jóvenes. Una enfermera se acercó a mi cama y me quitó la sábana dejándome desnudo. Yo estaba muy sorprendido. Y más aún cuando me cogió el pene y, mirando a las otras tres, dijo:

«Con la mano derecha se coge el pene. Y con la izquierda la sonda, que debe estar muy bien lubricada, para proceder a introducirla en el pene».

Yo, indignado, le pregunté: «¿Pero qué está usted haciendo?» Y, en un tono autoritario, me respondió: «Sepa usted que este es un hospital universitario».

«¿Está usted impartiendo una clase con mi pene en su mano, mientras las alumnas me miran?»

Muy enfadado, tuve que dejar que me pusiese la sonda, porque pensé que no podría levantarme para ir al lavabo durante la noche y, para colmo, el timbre estaba roto.

Se lo conté a mi cirujano, que muy sorprendido, me dijo que lo denunciase a la dirección del hospital. Habían sido dos jóvenes alumnas y dos enfermeras.

En ningún momento se me pidió permiso para impartir clases universitarias con mi cuerpo. Y en el muy largo documento que me hicieron firmar, al hacer el ingreso, no constaba esa autorización. La sonda era muy necesaria. Pero la manera en que se me puso esa sonda fue muy humillante. Se lo conté a familiares y amigos. Se quedaron atónitos y me pidieron que lo denunciase en televisión, para que ese vergonzoso episodio no les ocurriese a otros pacientes. Cuando dos programas de televisión me iban a dar cita para que yo denunciase el caso, llegó el covid. Y me dijeron que, aunque yo tenía toda la razón, no era el momento más adecuado para denunciar a hospitales y al tan abnegado personal de enfermería, y me cancelaron las citas. Si cuatro hombres de uniforme hubiesen irrumpido en la habitación de una mujer sola, y hubiesen dado una clase poniéndole un dedo en la vagina, sin su consentimiento firmado previamente, se consideraría abuso sexual y se montaría un tremendo escándalo. Pero como yo soy un varón... ¡Pues nada de nada!