La pandemia de Covid-19 ha obligado a la Administración balear, a menudo indolente frente a todo tipo de situaciones alarmantes, a intervenir con contundencia. Desde estas Navidades hasta al menos el mes de mayo, ningún viajero, ya sea residente o foráneo, podrá llegar al archipiélago sin someterse a una prueba que garantice que no es portador del virus. Pese a los inconvenientes que implica -quien suscribe vive y trabaja a caballo entre Ibiza y la Península -, no queda otra alternativa.

Desgraciadamente, no ocurre así con otras muchas plagas que, aunque no generan tanta preocupación, podrían controlarse y hasta erradicarse si se empleara la misma actitud resolutiva. Me refiero a las numerosas epidemias medioambientales que ya están transformando los paisajes y sus ecosistemas.

El caso más irritante es el de las serpientes, que se multiplican en campos y bosques. Además de generar un intenso rechazo, están diezmando velozmente la población de lagartijas, una de las criaturas más representativas de nuestra fauna e icono de la isla. Tras años de afrontar este problema con una insultante escasez de medios, permitiendo la expansión acelerada de los reptiles, por fin se ha desarrollado un plan más ambicioso que incluye 850.000 euros para capturar mayor cantidad de ofidios con trampas. Sin embargo, ¿de qué sirve erradicarlas si no se prohíbe la llegada de olivos ornamentales en cuyo tronco se esconden para hibernar?

La semana pasada pudimos leer que las pitas, cuya fibra utilizan los artesanos para elaborar las tradicionales espardenyes, están muriendo una tras otra por un nuevo tipo de picudo, de color negro, que ha causado estragos en el sur de la Península. Erradicar dicho escarabajo no puede declararse de interés público porque el Ministerio de Medio Ambiente califica a la pita, introducida en el siglo XVI, como una planta exótica e invasora y, por tanto, no elabora un protocolo para eliminarlo con productos fitosanitarios. ¿Alguien de la conselleria de Medio Ambiente del Govern se ha tomado la molestia de explicar a los funcionarios de Madrid que la pitrera es parte intrínseca del paisaje ibicenco y proporciona desde antiguo una materia prima esencial de nuestro patrimonio etnológico?

Ocurre exactamente lo mismo con la chumbera o nopal, antaño plantada junto a los corrales de prácticamente todas las casas payesas. Eran tiempos en que los ibicencos comíamos higos chumbos y sus hojas carnosas se troceaban para alimentar a la piara. Hoy contemplamos con tristeza cómo las chumberas se van cubriendo del algodón blanco que produce la cochinilla, hasta quedar envueltas en una podredumbre que acaba desintegrándolas. Si se extinguen, desaparecerá otro valioso fragmento de aquella Ibiza. Sorprendentemente, esta planta también es considerada invasora por el Ministerio de Agricultura y nuevamente nadie parece haberse esforzado en enmendar el error.

El picudo rojo, asimismo, ha provocado el derribo de miles de palmeras y, aunque se han instalado trampas y capturado docenas de miles de insectos, los especialistas aseguran que no podrá erradicarse. Deberemos seguir conviviendo con este insecto llegado del sudeste asiático y asistiendo a la progresiva tala de la palma, que también adornaba innumerables viviendas rurales.

Desde hace unos años en Ibiza también se combate la Pennisetum sataceum o cola de gato, una gramínea altamente invasora que procede de África y que se utiliza para adornar los jardines de las mansiones pitiusas. Ya ha colonizado zonas del Parque Natural de ses Salines, ses Feixes, Sant Antoni, Santa Eulària, etcétera. Gracias a un gran esfuerzo, en la isla de La Palma han conseguido erradicarla, pero en Ibiza se expande peligrosamente y es uno de los asuntos que más preocupan a los biólogos.

Y qué decir de la terrible Xylella, originaria de California, que tras asolar las plantaciones de olivos de Italia recaló en la isla y ha puesto en peligro a múltiples especies además de la mencionada, como almendros, cerezos, laureles, adelfas y lavandas, entre otros.

Si la mayor ventaja que tiene residir en Ibiza es una situación de aislamiento geográfico que debería protegernos de estas plagas, ¿por qué se sigue permitiendo la importación de toda clase de especies vegetales ornamentales que, como ya ha quedado demostrado, han traído consigo buena parte de estas y otras epidemias? En la isla hay suficientes variedades autóctonas para decorar cualquier jardín y aquellas que haya que traer por necesidades agropecuarias, deberían estar sometidas a un control de entrada mucho más riguroso. En apenas un lustro hemos visto cómo múltiples especies están siendo arrasadas y probablemente es el principio. Solo cabe adoptar medidas drásticas, como con la actual pandemia, y que Medio Ambiente del Govern desarrolle un protocolo que combata el problema desde una perspectiva global, reduciendo al mínimo la posibilidad de que afloren nuevas amenazas.

@xescuprats