Estamos todos pendientes de qué nos dejarán hacer estas fiestas de Navidad. Parece mentira, a nuestra edad... Que si cenar un máximo de seis personas, que si a la una te quiero en casa o te espera una buena... Mamá Govern quiere que seamos buenos, que sigamos sus órdenes como buen@s hij@s. Puede parecer un capricho, pero viendo qué ha pasado en anteriores ocasiones parece que ese afán de control está más que justificado. Cada vez que nos hemos sentido a salvo, que hemos respirado algo de libertad (recuerdo esa sensación a mediados de junio), hemos tenido que sufrir después las consecuencias. Y no ya de nuevas restricciones, eso es lo de menos; el problema han sido los nuevos contagios, cientos y en todos los tramos de edad, y las muertes, irreversibles, dramáticas. Con el invierno más crudo que pudiéramos nunca imaginar a la vuelta de la esquina (al menos yo tengo un techo y puedo comprar comida; soy un privilegiado) parece lógico y solidario no estresar más al sistema, ni al sanitario ni al asistencial. Cuidarnos un poco, reservar energías para cuando esta maldita pandemia sea sólo un mal recuerdo, puede resultar clave en estos momentos. La vista está puesta en el próximo verano. A ver si somos capaces de dar ejemplo estos meses...

@ cesaradame