No soy de las que suelen ir abrazando árboles aunque admito que alguna vez lo he hecho para ver qué sentía. Tampoco me he encadenado a ningún tronco para evitar su tala, pero he visto como han cercenado zonas boscosas en mi infancia y he sentido tristeza. La pandemia nos ha reconectado con la naturaleza. Los que vivimos en el campo hemos sentido en menor medida el yugo policial del estado de alarma y las miradas inquisidoras de los vecinos. Seguimos sintiéndonos más libres y lejanos a la enfermedad, aunque las nuevas restricciones y las que están por venir acaban poniéndonos a todos en el mismo sitio. Algunos amigos han huido de las ciudades para refugiarse en casas de campo o pueblos más en contacto con la naturaleza. El teletrabajo nos ha permitido en cierta manera vivir donde queremos y no donde el puesto de trabajo nos permite. Y eso que la conexión a internet en la isla aún deja mucho que desear. Siento que ha habido un recogimiento hacia la familia y los seres más queridos. Ya no socializas con cualquiera y la amistades se han redefinido. Las pocas quedadas son al aire libre y las playas de Ibiza nos siguen acogiendo en pleno mes de noviembre en una cuenta atrás para que la vida vuelva a mostrar una cara más amable.

@ Veroxs