No sean maledicentes. Con sus devaneos Francina Armengol predica que los bares son lugares seguros, como subraya la CAEB, y encima hace gasto en ellos. Una que puede y que no ha visto mermado su generoso sueldo, público, por la crisis. La presidenta tiene tanto interés en dar balones de oxígeno al sector sobre el que más se ensañan las restricciones de su gabinete que monta, además, «cenas de trabajo» en restaurantes, mientras a éstos no les llegan las ayudas prometidas por una administración que solo paga puntualmente a los que están dentro. Nadie puede reprocharle tampoco que 'arrastre' a farras laborales a su director de Comunicación pese a su estrés, aunque le sobren enchufados para elegir en un Govern que ha multiplicado asesores y cargos a dedo. Igual debatían entre trago y trago una nueva campaña para convencernos de que nos quedemos en casa. Pero lo ha estropeado todo con las «disculpas». Francina no siente haberse saltado sus propias normas, sino «lo sucedido después». ¿A qué se refiere? ¿A que se haya destapado el escándalo o a la peineta que asestó al discurso oficial contra la covid su consellera Patricia Gómez, pasando de las «recomendaciones encarecidas» de que «limitemos nuestros contactos sociales» al «cada uno en su vida privada tiene derecho a hacer lo que quiera»? Todos sabemos que lo dijo para proteger la salud del partido. La única que, a tenor de estas palabras, de verdad les importa.