Tenía catorce años y malas notas en el colegio. Un día falsifiqué la firma de mi padre en el cuaderno de notas.

Cuando mi padre se enteró me corrió a tortazos rompiéndose el dedo meñique. Y se me quitaron las ganas de falsificar.

Eso no ocurre con el fenómeno top manta. Las falsificaciones de productos de las marcas más importantes del mundo se venden en los suelos de las calles con total impunidad, a pesar de que el artículo 274 del Código Penal sanciona esas ventas de productos de marcas registradas.

Barcelona se ha convertido en la capital europea del top manta. Hay calles y avenidas por donde casi no se puede caminar. En Ibiza la venta ambulante de esas marcas y pareos tiene lugar en las playas. Africanos sin mascarillas no paran de recorrer las playas sin tomar las medidas anti-covid.

Detrás del top manta hay toda una organización criminal de Senegal. La mayor parte de los productos falsos proceden de China y Turquía. En Estambul me ofrecieron, incluso, bolsos perfectos de Hermès. Y, en menos envergadura, esos productos que violan la propiedad industrial, proceden también de Marruecos y de Portugal.

Los manteros son una especie de esclavos, explotados por las mafias, y ganan una miseria. Hay mafiosos que ven menos arriesgado el vender las falsificaciones a los manteros, por eso se han vuelto tan agresivos si les incautan los productos.

La invasión de espacios públicos y la competencia desleal, con absoluta impunidad, generan inseguridad ciudadana y racismo.

El emigrante senegalés tiene tres opciones: robar, el top manta, o recoger chatarra. El desprecio de la sociedad hacia esos pobres manteros, que han huido de la miseria, y son víctimas de la explotación de organizaciones delictivas, es algo injusto.

Los gobiernos permisivos deberían acabar con esas mafias que mueven miles y miles de millones en dinero negro. Muchos millones más que la venta de drogas. Y deberían invertir en Sanidad, Educación e Industria en esos países pobres africanos, para evitar que África acabe invadiendo Europa.

Yo no entiendo por qué las grandes marcas como Vuitton, Chanel, Gucci, Nike, etc. no consiguen acabar con todas esas mafias de falsificadores.

Yo en los años 70, en Ibiza, fui amigo de Elmyr d'Hory, el mundialmente famoso falsificador de cuadros de pintores impresionistas. Elmyr fue encarcelado varias veces y acabó suicidándose. Se han hecho tres documentales, en los que yo aparezco, sobre este genio de la pintura falsa. En 1973, Orson Welles vino a Ibiza para rodar la película sobre Elmyr 'F for Fake' (F de Falso). Hay falsificadores muy castigados por la ley. Y otros, incomprensiblemente impunes, como los del top manta, que actúan con absoluta permisividad internacional.