La decisión del gobierno británico de establecer una cuarentena obligatoria de catorce días a sus ciudadanos al regreso de sus vacaciones en España constituye un revés desastroso para la economía ibicenca y va a generar la quiebra de innumerables empresas; especialmente aquellas que trabajan exclusivamente con turistas del Reino Unido. Las reservas para este verano han caído en picado y ya se están viendo afectadas las de 2021, según publicaba este periódico el sábado.

Veremos en qué lugar deja la historia a Boris Johnson, uno de los principales culpables de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, decisión que sin duda tendrá consecuencias para la economía de este país. El primer ministro británico, además, ha protagonizado una de las estrategias más erráticas y criticadas en la lucha contra la pandemia. Conviene no olvidar que al principio de la crisis, cuando medio mundo estaba confinado para evitar la saturación de los servicios sanitarios y la propagación del virus entre la población de riesgo, en una Gran Bretaña ya con muchos afectados y docenas de víctimas mortales, no se declaró el estado de alarma, ni se impidieron las reuniones sociales, el ocio nocturno, etcétera.

El resultado, miles de muertos y afectados que en buena parte no habrían enfermado si se hubieran tomado medidas más drásticas, tal y como acabaría ocurriendo unas semanas después. Incluso el propio Johnson acabó contagiado, siendo hospitalizado, y sorprende que siga al frente del país con semejante desastre de gestión. Idéntico razonamiento puede aplicarse a los otros presidentes incrédulos del mundo, como los de Estados Unidos, Brasil o México, que han quedado retratados en esta crisis por su indolencia y falta de empatía.

Boris Johnson y su ejecutivo han salido de la crisis con una imagen pésima por su inacción y ahora se han pasado de frenada con esta cuarentena. Se entiende que el gobierno británico observe con inquietud el trasiego de sus ciudadanos por zonas de nuestro país que sufren serios rebrotes, como Cataluña o Madrid. Sin embargo, su negativa a retirar esta condena a los ciudadanos británicos que vuelvan de las islas Balears o Canarias no tiene justificación alguna. La tasa de incidencia del virus es la mitad más baja en estos archipiélagos que en el británico y cualquier inglés está más seguro entre nosotros que en su región de origen.

¿Por qué entonces el gobierno británico ha asestado este revés tan dañino y gratuito a la economía insular? Si no existen razones sanitarias que lo justifiquen, habrá que buscar otras. El brexit, por ejemplo, que ya se ha convertido en una batalla soterrada entre el Reino Unido y los países de la Unión; una nueva guerra fría. Johnson, con esta jugada, también manda varios mensajes a la población británica: viajar al extranjero no es seguro, ahora es España pero después pueden ser otros países donde se produzcan rebrotes y quédense en su país de vacaciones y contribuyan a la economía doméstica que, como todas las europeas, se encuentra en caída libre. El hecho de que los británicos que ya están regresando no sean sometidos al menor control ni vigilancia para garantizar el cumplimiento de la cuarentena refleja que la sanidad, en este asunto, es lo de menos. Se juega en el tablero de la economía y la diplomacia.

Los hoteleros y otros sectores empresariales españoles han protestado enérgicamente por esta decisión del gobierno británico. Sin embargo, las críticas más incendiarias se las ha llevado el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, al que incluso han llegado a pedir la dimisión. Su pecado: anteponer la salud a la economía y afirmar que si vienen menos ingleses a España, un problema sanitario menos. A Simón le ha faltado diplomacia, pero no tanta como a algún empresario de la isla, que le ha respondido con insultos. Puestos a lanzar exabruptos, ¿por qué no apuntar en la dirección adecuada? Por ejemplo, hacia el premier británico, que es el verdadero culpable de este desaguisado.

Su decisión ha sido la puntilla de un verano en el que parece haber muchos intereses en que a Ibiza le vaya mal y en dañar su imagen, como demuestra la portada que le ha dedicado al puerto un periódico madrileño de tirada nacional. En ella puede verse una imagen de gente sentada en terrazas tomando algo, que no difiere de lo que ocurre en cualquier otro lugar del país. En cualquier caso, hay muchos ojos escrutando cada paso en falso que podamos dar y es momento de apelar a la responsabilidad de todos y cada uno de nosotros, tanto por salud como para evitar un mayor daño a la reputación y a la economía insular. Hay mucho en juego.

@xescuprats