Seguro que se acuerdan de los famosos pub crawls del West End, que tantos ríos de tinta hicieron correr hace algunos unos años. Eran paquetes de borrachera que consistían en llevar a los turistas de bar en bar, acompañados por un guía, para que bebieran hasta reventar. Hacían negocio los locales, por supuesto, pero también las docenas de intermediarios o agencias que organizaban estos recorridos etílicos, en los que los jóvenes británicos eran conducidos como borregos.

Los pub crawls constituyeron en buena parte el origen de esas escenas dantescas con que amanecía el Passeig de ses Fonts: vomitonas por doquier y jóvenes en coma etílico durmiendo en bancos y en el suelo. Aquellos que conseguían regresar al hotel, corrían el riesgo de acabar precipitándose por el balcón; especialmente cuando las drogas se sumaban a la ecuación.

Este producto de ocio etílico, controlado eminentemente por compañías inglesas, empujaba a los turistas que decidían participar -miles todas las noches- a ingerir alcohol hasta más allá de sus posibilidades, saturando las urgencias y creando un caos bochornoso en Sant Antoni. Toda esta muchachada, aunque habitualmente bebiera en sus países de origen, lo hacía de una forma más moderada. Los pub crawls, en definitiva, empujaban a perder el control.

Tal vez no sepan que, aunque los pub crawls fueron prohibidos, se han seguido organizando sin la menor cortapisa ni disimulo. Prueben a teclear estas dos palabras en el buscador, añadan 'San Antonio' o 'Ibiza' y ya verán el resultado. Incluso se anuncian para este verano de pandemia, junto con multitudinarias party boats, aunque las reservas están paralizadas a la expectativa de lo que vaya ocurriendo. En todo caso, en cuanto aterricen jóvenes en busca de fiesta, los recorridos etílicos volverán a activarse de nuevo. No importa que en el West End solo abran las terrazas o que las fiestas en el mar estén prohibidas por el Covid-19. Encontrarán alternativas en otras áreas de la bahía y disfrazarán las party boats de excursiones turísticas. El negocio ya está en marcha y no se puede parar.

Los pub crawls de hoy se celebran bajo el eslogan de siempre -«todo lo que puedas beber»-, y consisten en disfrutar de tres horas de barra libre en dos locales distintos, para acabar la noche en una sala de fiestas. Tienen un precio de alrededor de 70 euros, que solo hay una forma de amortizar: bebiendo sin parar.

El producto 'pub crawl' más original e impactante de este verano, sin embargo, sí tiene un elemento sorpresa: no va orientado a los jóvenes noctámbulos del West End sino que pretende sumar a la oleada de borracheras a los padres y madres de familia que pasan una jornada diurna en la piscina con sus hijos. Un famoso beach club de la bahía, que atrae a diario a miles de singles británicos a sus fiestas etílicas y piscineras, ha abierto una nueva zona destinada a familias, con actividades infantiles con monitores y piscina con olas. Sus productos estrella, sin embargo, son los pub crawls para padres, aunque los comercialicen bajo etiquetas más finas. Son paquetes de comida con barra libre, también de tres horas de duración, que suben de precio en función de las tipologías de alcohol. El básico es de sangría y cerveza y el más caro incluye licores. De nuevo, «todo lo que puedas beber», por entre 70 y 89 euros. Mientras que en los pub crawls los clientes se repartían por distintos establecimientos, aquí todo ocurre en el mismo lugar, siguiendo la filosofía del 'todo incluido'. Resulta inconcebible que, pese a estar prohibidos, estos pub crawls encubiertos y los que se venden bajo su misma nomenclatura, se celebren y promocionen sin que una sola autoridad haya tomado cartas en el asunto en años.

El West End parece que va a convertirse en el gran perjudicado por la nueva normalidad. Sin embargo, todo Sant Antoni es consciente de que ya lleva algunos años en crisis. ¿Por qué este descenso de actividad estos últimos veranos cuando los alojamientos se han seguido llenando de jóvenes atraídos por la fiesta? La respuesta es sencilla: ahora se bebe de día. Desde por la mañana se recluyen en beach clubs y party boats y toman alcohol con el mismo frenesí de antaño. Cuando llega la noche, no les queda dinero, energía, ni consciencia. Al West End y a otros negocios de Sant Antoni no los mata la mala prensa ni los políticos, sino la propia industria, que se ha llevado la fiesta a otra parte. E idéntico corolario puede aplicarse al resto de la isla. Cambian horarios y decoración, pero Ibiza sigue siendo la misma taberna infinita de siempre, con miles de piratas sacando tajada de la manera que sea.