Les traigo una noticia buena y una mala, ¿cuál quieren primero? Es broma. Qué buenas noticias ni no buenas noticias va a tener este 2020. Todas terribles. En fin, ahí va la peor: mañana se acaba el mundo. Ajá. Del todo. El apocalipsis. Que sé que algunos dirán: «¿Pero el mundo no se acababa en 2012?». Y tienen razón. Eso decían los mayas: 21/12/2012, pero sobrevivimos y los teóricos de la conspiración, algo decepcionados, empezaron a repasar sus cálculos: ¿Qué había podido salir mal? -O bien, que todo depende de la córnea con que se mire- Y ahí entró Paolo Tagaloguin, un supuesto científico, que publicó en Twitter (ese nuevo BOE) que la culpa la tenía el calendario gregoriano introducido en 1582 por aquello de afinar el tiempo que tarda la Tierra en orbitar el Sol, pero que restaba 11 días al año. Lo sé, lo sé, si la canción dice que «veinte años no es nada», ¿qué pueden suponer 11 días? Pues a lo largo de los años, 2948 días o, lo que es lo mismo, traducido del gregoriano al maya, deberíamos estar en el año 2012 y para más inri: ahora sí ¡el fin del mundo!

Como espero que hayan advertido la gravedad del asunto y adelantándoles que el artículo no mejora ni un ápice las ganas de seguir vivo, entiendo que dejen la lectura ahora mismo y la reemplacen por ir a hacer el amor con su persona preferida, que ese sí es asunto urgente. Para los que se quedan, les acompaño en el sentimiento y continúo el relato: el primer presagio debió ser el 22 de diciembre, en el sorteo de la lotería de Navidad. En el momento exacto en que iba a salir mi número, el encargado del bombo añadió un par de bolas de más. Un tongo que me condenó a seguir contando historias por pura supervivencia cuando tengo clara vocación de millonaria. Ahí empezó una cuesta abajo y sin freno y el año se nos fue de las manos. Gordo no hubo, pero para gorda, la pandemia mundial que arrancó en una sopa china, aunque el año estuvo repleto de otras catástrofes a las que no prestamos la merecida atención porque andábamos ocupados haciendo pan: Monos asaltando un laboratorio en India para huir con muestras del Covid, una plaga de langostas en Pakistán -a la que los chinos enviaron un ejército de patos-; otra plaga de avispas asesinas en California; una mutación de cocodrilo con nutria en el Pisuerga; un meteorito equivalente a siete campos de fútbol y los fans del pop coreano -y no las feministas- convertidos en la peor pesadilla de Vox. Era demasiado para cualquier guionista de Netflix no importa el tiempo que llevara sin ver la luz del sol. Cómo no iba a haber quien se pispara que todo esto no podía ser obra de un humano común por muy funcionario de Loterías y Apuestas del Estado que fuera y sospechara que «Don diablo se ha escapado, tú no sabes la que ha armado, ten cuidado, yo lo digo por si».

El propio solista de estos versos, Miguel Bosé, denunció que no había tal pandemia y acusó al gobierno de ser cómplice de Bill Gates, 'el eugenésico', y utilizar esta mentira del Covid para «inyectarnos vacunas con metales tóxicos y microchips con el fin de controlar la población mundial a través de las antenas de 5G». No estaba solo, que también Jorge Fernández Díaz -ministro del Interior en tiempos de Rajoy-, nos trajo un mensaje del papa renuncio, Benedicto XVI, de cuando se reunieran allá por el 2015: «El diablo quiere destruir España». Para los que se pregunten por qué España y no un ejército de patos, por ejemplo, es porque «El diablo sabe los servicios prestados por España a la Iglesia de Cristo, conoce la misión de España, la evangelización de América por España. El diablo ataca más a los mejores y por eso ataca especialmente a España y la quiere destruir». Un mensaje parecido al del cardenal Antonio Cañizares que espetó a los feligreses en plena misa que el coronavirus era «obra del diablo» y que «las vacunas se fabrican a base de células de fetos abortados. Primero se le mata con el aborto y después se le manipula. ¡Ay, bueno, qué bien!». Bebe del mismo cáliz José Luis Mendoza, presidente de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, quien también anunció que «el virus es obra del anticristo y que la vacuna porta chips para controlarnos a todos y es obra de esclavos y servidores de Satanás».

Como me consta que es mucha información, así de golpe, les dejo un pequeño resumen: el coronavirus no existe, pero es culpa del gobierno de España, Bill Gates y resto de esclavos de Satanás; la vacuna activará con las antenas de 5G unos chips para controlar a la humanidad hechas de fetos abortados y la resistencia consiste en bailar pop coreano. Ya lo predijo Sabina: «que el fin de mundo te pille bailando». De todos modos, ¿verdad que es mala suerte que el fin del mundo llegue justo el día que se acaba el estado de alarma? ¡Vaya un año, vaya un año?! Dan ganas de asomarse al balcón, no a aplaudir a los sanitarios -¡con lo que se lo merecen!- sino a hacerle señales al meteorito y gritarle: «¡Aquí, estamos aquí!».