Imposible no oír la conversación ajena en un recodo de mar que hay junto a Pou des Lleó al que se llega después de caminar 10 minutos. Solo hay dos embarcaderos, es un buen lugar para ir con perro porque se puede colar por debajo de las desvencijadas puertas de madera y estar en sombra. Llegué pronto con Paca, mi perra bodeguera, cuando la isla duerme en verano, pero dos chicos rezagados de la noche no tardaron en invadir mi momento. Saludaron y después de remojar la resaca se tendieron al sol. Sus voces post pubertosas* se mezclaron con el silencio y yo, por supuesto, escuché.

-Menudo polvo tenía la pelirroja de Amnesia.

-No sé qué decir, olía raro, como a cebolla.

Me estaba asando de calor pero aguanté estoicamente. No me podía perder la conversación, porque si escucháramos más a los hombres y ellos a nosotras igual seríamos todos más sabios. Les llamaré chico 1 y chico 2.

1-¿Dónde se metería la pelirroja? Desapareció, tío.

2-¡Que no te enteras tío! Que se lo hizo con uno en un rincón, que las tías son muy hábiles para montárselo.

1-¿Lo viste?

2-Vi las caras que ponía la tía, de polvo.

1-Joer tío, iba yo muy puesto.

2-Vaya 'colocón', tío, lo de Amnesia ya fue la leche. Qué susto cuando vi a Tere, tío.

1-Joer tío, si, qué peñazo de tía, esa no se corre ni con Mueller.

Risas?

1-Esa se compra un consolador y desemboza la pica con él.

Más risas?

2-Igual lo moja en el cochifrito y lo chupa.

Risas descontroladas?

Que no, que no iba yo a aprender nada. Tío, tía, tío, tía, la leche, polvo, Amnesia, Pachá? Nada nuevo, ni en las palabras ni en el contenido. Tenían acento castizo, del centro peninsular y estaba claro que se habían quedado sin polvo.

Necesitaba meter la cabeza en agua fresca, nadar, cansarme un poco para relajar la mente y generar endorfinas. Le expliqué a Paca que me iba al agua un rato. ¡Qué maravilla de lugar! Hay una canal de agua a la izquierda en la que los peces se montan un festival de colores y sin tripis. Si esos chicos la descubrieran pensarían que seguían instalados en la nube química de la noche.

Me tendí de nuevo al sol. Uno roncaba y el otro, de espaldas, se movía de esa forma en que un cuerpo se mueve cuando se monta la auto fiesta. ¿Sería a la salud de la pelirroja o de la tal Tere?

Me quedé pensando en el olor a cebolla de la chica. Los olores, esa percepción que nos acerca o nos aleja, la que explica el flechazo o el rechazo compulsivo hacia alguien, pura biología. Recuerdo el día que investigando sobre las conductas sexuales me regalaron un envase de feromonas concentradas. Seguí las instrucciones, «una gota detrás de cada oreja y seducirá sin esfuerzo». Lo de 'sin esfuerzo' es lo que más me motivó, que el proceso de seducción reconozco que me da siempre mucha pereza. Lo que sucedió ese día lo dejo para otro artículo.

He de decir que sí aprendí de la conversación de los chicos: que Mueller es el ciclista más rápido del mundo y que cochifrito es plato típico toledano, o sea que sí eran del centro peninsular. Me lo contó dios google, al que consulté ya sentada en la terraza de la Fonda Pou des Lleó frente a su ventilador gigante.

*de pubertad