La madurez del hombre consiste

en haber recuperado la seriedad

que tenía de niño en los juegos.

Friedrich Nietzsche

Entre los muros que ha levantado este nuevo tiempo, yo elijo el que en Facebook construye lienzo a lienzo Julia Fragua. En un momento en que el mundo se ha convertido en un pandemonio que tiende a lo monocromático, ella no olvida que la pintura es el arte de dar alegría con formas y colores. En un mundo donde la aceleración rige nuestros latidos, casi en todo momento; ella se detiene a contemplar y dibuja una silla.

Templa las cuerdas del alma. Tensa las emociones, pulsa y transforma el gris encierro de los días en una canción posible.

¿Es posible que le deambularan esas visiones con la luz del último lucero del amanecer? No lo sé. Pero ella tiñe de anilina cada mañana y cada mañana inventa la nueva flor.

Enciende su mujer primavera y la pone a trabajar. Como una enredadera que extiende su singularidad legítima y deja al alcance los frutos. Cuando pinta, su niña -que es poeta- sueña. Será tal vez por eso, el tono y la textura onírica que acarician su obra. Hecha de pedacitos de estrella, de detalles carmesíes, de pétalos que le arranca a los días.

Abstracciones creadas mediante la técnica del collage. Toma lo bello y prescinde de todo aquello que no alcance la quintaescencia del paisaje de su deseo.

Dice que son representaciones de lo que su mirada escucha desde la ventana. Pero ella tiene un hada escondida en el interior de esa ventana, yo se la vi. Cuando llueve puede oírse cómo sonríe, sólo con acercarse despacito y mirar con los ojos del corazón.

Muy pronto inaugurará una exposición en Garden Art Gallery, donde brillarán al alcance de nuestra compañía sus: 'Paisatges des de la finestra'.

A todos los que asistáis, quiero avisaros, que son cuadros que miran profundamente y puede que, si os dejáis, os despierte algún recuerdo de algo que todavía no aconteció. O, en parte, os desaísle. O, casi seguro, os conmueva.

Ella apenas interrumpe el silencio blanco de esos lienzos, rehúsa oscurecerles esa luz premonitoria, es cierto. Pinta su aldea -que es también la nuestra- y la universaliza. Luego le quita una plumita rosada a la poesía y firma delicadamente con su nombre en un ricón del cuadro. Pero ¿quién le estira de las alas a los colores? Os lo digo: en su paleta hay un duende que juega.

Julia no coquetea con los colores, hace el amor con ellos. A la vista están las huellas.

Su pincel es una flecha donde Cupido se sienta, dispara y hace diana.

Yo me pido que la nueva normalidad tenga ilustraciones de Julia Fragua.