Cuando surge un bosque de grúas en algún rincón natural de Ibiza, por ejemplo, Cala Xarraca, todo el mundo se indigna, y con razón. Pero ¿cuántas urbanizaciones pueden construirse todavía en la isla en parajes actualmente vírgenes, pero sentenciados porque están calificados como urbanizables? Una cantidad ingente. Es necesario eliminar todos esos suelos edificables, que son una amenaza para el paisaje, consumen agua, generan residuos, tráfico rodado y un sinfín de impactos. Resulta esperanzador que los principales partidos políticos de Ibiza asuman este objetivo como propio y se preparen conjuntamente para dar cumplimiento al reciente decreto del Govern que suprime alrededor de 250 hectáreas de suelo edificable en la isla. Lo sorprendente es que este decreto no hubiera llegado antes, pero si al menos es asumido de forma consensuada, el avance es mayúsculo. Que se prohíba construir en zonas de riesgo de incendio forestal o de inundación, por lo visto, aún es pedir demasiado, ¡pese a que hablamos de vidas humanas! Allá cada cual con su conciencia. Es inaplazable ir desactivando esas bombas de hormigón que duermen agazapadas a lo largo y ancho de nuestra isla, esperando la ocasión para estallar y dar negocio a la especulación urbanística. Ibiza se tiene que quedar con lo que tiene y no añadir ni un ladrillo más. El día que los ibicencos seamos capaces de soltar por fin la hormigonera, empezaremos a ser felices.