Parecía que sí. Poco a poco empezaban a ver la luz estos días atrás anuncios de alquileres anuales de pisos más enfocados al turista que al residente a tenor de la calidad del mobiliario y de las fotografías que los acompañaban, más propias de una revista de decoración que de una página web inmobiliaria del montón. De repente los portales de alquiler de viviendas se llenaban de casas nuevas, y lo mejor, flechitas rojas hacia abajo, señalando que habían bajado de precio. Pero no se engañen. Ni el Covid-19 puede con la burbuja de los alquileres en Ibiza. Un vistazo rápido basta para darse cuenta de que nada ha cambiado, que un piso de dos habitaciones de mil euros no baja y encima hay pocos porque es barato, lo normal es que cuesten 1.300. La tasa fija de 500 euros mínimo por habitación no ha cambiado y los estudios no bajan de 800 euros. Ahora que además se espera que en julio ya podremos recibir turistas, los propietarios de pisos turísticos, ilegales en su mayoría, se frotan la manos, ya que no darán por perdida toda la temporada. Y es que hasta el más tonto de esta isla vive de alquilar a turistas o exprimir a los temporeros, sea suya la casa o no. Mientras, el Govern, los consells y los ayuntamientos preparan millones de euros para ayudar a pagar estos alquileres abusivos en muchos casos. Al final terminamos pagando todos.