El Ayuntamiento de Sant Antoni dio el jueves pasado un paso inédito en relación al descontrol que se registra en Ibiza con la fiesta en playas y hoteles y que, sin duda, tendrá consecuencias. En el último pleno se aprobó reclamar al Consell Insular que ejerza sus competencias y regule el ocio diurno con música en el exterior. El número de negocios que abusan y se lucran con esta actividad crece cada temporada, espoleados por el actual limbo legal y el miedo político a frenar esta oleada imparable. Un caldo de cultivo que ha permitido, sin la menor cortapisa, la transformación de restaurantes de playa y terrazas de piscina de hotel en verdaderas discotecas de día -y también nocturnas, pues a menudo mantienen su actividad hasta medianoche-, con miles de personas bailando, escenografía, gogós, djs, iluminación y unos sistemas de sonido tan potentes que retumban de una punta a otra de la playa.

La moción, además, fue aprobada a propuesta del equipo de Gobierno, que componen PP, PI y Ciudadanos, y recibió el apoyo del PSOE. Solo Unidas Podemos, de forma incompresible, se abstuvo. La principal novedad que implica esta jugada política radica en que la oposición a los beach clubs por fin deja ser un movimiento exclusivamente social, para pasar a ser también institucional. Hasta ahora solo existía una parte de la ciudadanía que denunciaba el abuso que supone que las playas, un espacio público y colectivo, fueran tomadas por el estruendo. También por el hecho de romper el equilibrio previo, puesto que Ibiza ya contaba con una potente oferta de ocio reconocida internacionalmente desde hacía décadas.

La iniciativa del equipo de Gobierno de Sant Antoni representa, por tanto, un punto de inflexión de extraordinaria importancia y aporta una nueva perspectiva del asunto. Además de los problemas de convivencia que generan estos establecimientos, representan una grave amenaza para el bolsillo de comerciantes y hosteleros, toda vez que su actividad altera y rompe el equilibrio del modelo económico, según dijo el primer teniente de alcalde, Joan Torres.

Cabe recordar que esta exigencia al Consell fue aprobada el pasado enero por unanimidad en el Comité Ciudadano de Sant Antoni, donde están representadas distintas sensibilidades: movimientos sociales, empresarios, hosteleros, comerciantes? Ahora, a todos ellos, se suman los partidos políticos, con la única excepción de Podemos.

Para justificar este contundente consenso social y político, resulta muy útil analizar la situación que se ha producido en Sant Antoni las últimas temporadas. La bahía cuenta con unas 30.000 plazas turísticas, pero un único beach club, que no para de crecer y engullir los negocios que tiene alrededor multiplicando su superficie, aglutina prácticamente a un tercio de estos turistas. Luego existe otro alojamiento que programa fiestas multitudinarias con djs en su terraza de la piscina, aglutinando a otros miles de ingleses, un hotel rural que actúa como discoteca pese a estar en pleno campo, etcétera. El resultado es que el ocio diurno acaba ejerciendo de papel secante con el goteo de clientes que quedan para los negocios tradicionales: tiendas, mercadillos, restaurantes, bares? El ocio musical diurno es, en definitiva, una versión maquiavélica del todo incluido: retiene a los turistas y cortocircuita a la oferta complementaria.

Lejos de proponer sentarse a negociar una solución, la reacción del colectivo Ocio de Ibiza ha sido negar la mayor. Han respondido cínicamente que la propuesta del Ayuntamiento de Sant Antoni está vacía de contenido porque en Ibiza no existen los beach clubs, ya que estos no son más que restaurantes con música. Por tanto, los ibicencos que hemos acudido a disfrutar del mar en la bahía de Sant Antoni, Platja d'en Bossa, es Jondal, etcétera, las temporadas pasadas hemos visto espejismos. Qué poco respeto a la inteligencia de los ciudadanos, cuando ellos emplean el término «beach club» cada vez que aparecen en la prensa y la mayor parte de sus socios se promociona bajo este epígrafe.

Sin pretenderlo, el propio sector del ocio le ha dado la solución al Consell respecto a cómo debe de actuar. Si los hoteles discoteca en realidad solo son hoteles y los beach clubs únicamente restaurantes, que actúen exclusivamente como tales. La regulación lógica supondría que los establecimientos de playa no puedan superar su aforo de comensales en lugar de convertirse en hormigueros humanos y que los hoteles discoteca no llenen las terrazas de las piscinas con miles de personas que no se hospedan en el establecimiento. Y si luego quieren poner música a un volumen comedido y sin incordiar a todo el entorno, que la pongan.

Este asunto constituye una de las mayores tomaduras de pelo que ha sufrido la ciudadanía de Ibiza. El histórico consenso alcanzado en Sant Antoni entre ciudadanos y partidos políticos representa una gran oportunidad para solucionar una cuestión que lleva años enquistada.