Ignoro si de ésta salimos «más fuertes», pero desde luego no parece que lo hagamos, como sociedad, ni más cívicos ni más responsables. Mascarillas, guantes desechables y envases de gel tirados en cualquier sitio... y en los fondos marinos. Pocos 'tapabocas' por las estrechas aceras de Vila, aglomeraciones en algunos bares y una laxitud en el cumplimiento de las precauciones que nos han pedido que adoptemos para proteger a los más vulnerables que me hacen preguntarme si la actitud sería la misma en el caso de que la Covid-19 no se hubiera cebado en los mayores sino en los jóvenes, y me abofetean por su egoísmo. No sé qué ronda por la cabeza de la gente que se monta la fiesta en una cala atestada o que, cuando ve una playa llena, en vez de dar media vuelta y buscar otra, le planta la sombrilla encima al de al lado, pero estos ególatras no solo se están pasando por el forro las recomendaciones sanitarias sino que también ponen en jaque la incipiente reactivación económica de Ibiza, porque ¿quién va a querer venir a una isla que, aún en primavera y sin visitantes, exporta imágenes como las que se han visto en el telediario de es Calonet o Cala Bassa? Las playas masificadas no inspiran seguridad y si no sabemos comportarnos habrá restricciones y se podrían incluso clausurar, como en Ceuta. Pero, además, es que es tan lamentable que tenga que haber policía porque no hay respeto... En fin, que sepan los 'guays' que los que cumplimos con el uso obligatorio de la mascarilla y las normas de distancia social no lo hacemos por miedo sino por responsabilidad, por quienes caminan a nuestro lado. No soy crédula ni medrosa, es que una sola víctima inocente de mi inconsciencia ya sería imperdonable.