Pero Cottard no sonreía, quería saber si podía esperar que la peste no cambiase nada en la ciudad y que todo recomenzase como antes. Tarrou, creía que la peste no cambiaría la ciudad, que, sin duda, el más firme deseo de nuestros conciudadanos era y sería siempre el de hacer como si no hubiera cambiado nada. Que la peste dejaría huellas, por lo menos en los corazones. Cottard declaró abiertamente que a él no le interesaba el corazón, que el corazón era la última de sus preocupaciones, que lo que le interesaba era saber si la organización social y económica sería la misma, o sería transformada, si, por ejemplo, todos los servicios funcionarían como en el pasado. Se suponía que se plantearían muchos problemas nuevos, que harían necesaria una reorganización de los 'antiguos servicios'».

Este fragmento de 'La Peste', la gran obra de Albert Camus, ganador del premio Nobel de Literatura en 1957, conduce a reflexionar sobre qué es lo que espera y piensa la ciudadanía en Ibiza para el día después de esta tragedia. Bajo mi punto de vista, la respuesta a esta cuestión es que reluzca la honestidad, la virtud más auténtica y necesaria estos días, y exigir 'que cada uno haga su trabajo' persiguiendo el bien común. Y que todo eso ocurra bajo un plan de acción con visión de futuro, que reequilibre mediante una nueva estructura las actividades turísticas que se realizan en la isla.

¿Cómo? Adecuándolas a este tiempo nuevo, ofreciendo garantías jurídicas y protección -sobre todo a familias, autónomos, pymes, artesanos, artistas y profesionales-, estimulando la acción directa de los ciudadanos, fidelizando el turismo a la persona y su creatividad, y canalizando la coordinación de los «tiempos» a las actividades acordes con la mañana, la tarde y la noche, y también con el descanso. Todo ello bajo un estricto respeto al medio ambiente.

La ciudadanía exige que se termine el 'conflicto' que se viene arrastrando intensamente durante esta última década, en relación con las invasiones de competencias de unos sectores sobre otros por la carencia de normativas y regulaciones que sirvan de referencia y obligado cumplimiento, respetando y protegiendo a todos los sectores. Con las licencias oportunas de actividades clasificadas delimitando horarios, aforos y, sobre todo, definiendo qué uso se puede hacer de la música en el exterior, contemplando los parámetros que rigen y tienen vigencia para el resto de actividades clasificadas, como aforos, horarios, seguridad, etcétera (en los locales cerrados las actividades recreativas están ya reguladas por ley en horarios y aforos).

El hecho de que el puerto haya perdido estos últimos años el liderazgo y protagonismo que había acuñado desde los 60, cuando se despedía al turista amigo que embarcaba en el J.J. Sister con rollos de papel higiénico que formaban una bandera tricolor. Aquel rito entronizaba una nueva relación establecida entre unos turistas que llegaban anónimamente y que durante sus vacaciones habían entablado conocimiento y amistad con la isla y sus vecinos. Se consolidaba, así, una fidelización que aún hoy perdura y que se traduce en un valioso patrimonio emocional para toda la isla.

El conflicto entre el Ayuntamiento y la Autoridad Portuaria ha sido una constante en el tiempo que la ciudadanía ha soportado con resignación y malos olores de aigua bruta. En esta pelea entre ambas instituciones encontramos en el pasado a un personaje al que hay que reconocer, por su absoluta convicción, dedicación y resiliencia, pues nunca cedió a las presiones de unos y otros. Se trata de Juanito Tur Ramis, propietario del Hostal y Restaurante Formentera. Honor, dignidad y perseverancia; 'un héroe'. Ninguna de las administraciones consiguió que se retirasen las mesas y las sillas que Juanito y Catalina tenían sobre la acera frente a su establecimiento. Eran 'su terreno y su dignidad' las que estaban en juego y ganó.

Con las reformas y obras realizadas en el puerto y la configuración urbana que se ha heredado, de peatonalización y ordenación de la zona, se ha creado una nueva realidad que ni encaja, ni funciona. Un 'barrio' que, frente al mar, en el puerto y con sa Penya y el recinto amurallado a las espaldas, es el escenario más deseado y auténtico que Ibiza puede ofrecer de su cultura e historia.

La situación crítica que la isla padece a consecuencia de esta tragedia nos impone la obligación de reflexionar: ¿Cómo volver a empezar? El puerto y la isla necesitan habilitar y facilitar que la gente pueda llegar, estar, vivir, confraternizar, pasear, disfrutar de las terrazas, cenar, ir de compras, curiosear en todos los rincones, divertirse, ligar, enamorarse y contar historias, descubrir nuevas cosas, distensión, lucir el tipo, agradar, empatizar. Que el taxi pueda llevar y recoger desde donde uno se encuentre, que fluya el aparcamiento y también cierta transgresión soportable, para que todos nos animemos a vivir de nuevo la experiencia de aquel bullicio que daba alma al 'cuerpo' que hoy está moribundo.

La gente joven, con su expresión y dinamismo, se retroalimenta de más gente que se nutre de experiencias de su pasado. Familias, artistas y bohemios alimentan con su expresión el desdén de la banalidad. El lujo, entendido como exclusividad cuando es identitario, se convierte en vulgaridad.

Este es el secreto del misterio que nos aburre: Ibiza es y ha sido siempre otra cosa.

Como reza un sabio payés:

-Això només pot pasar a un lloc com Eivissa.

-A què? Què vols dir?

-Això, que amb tant de desgavell que hi ha tothom va emprenyat.

Devolver al puerto de Ibiza el esplendor del pasado es el objetivo mas tentador del presente. La urgente regulación necesaria de las actividades que se realizan al aire libre en Platja d'en Bossa y en otras latitudes no pueden obstaculizar el desarrollo y proyección futura del puerto de Ibiza.

La gente joven también busca escapar del monoteísmo de la música como fenómeno de masas y colectivo selecto. Todo se está fraccionando y los autores y artistas van a interpretar cambios evidentes. Si cada día conseguimos fidelizar al turismo y llevarle a participar en la representación de esta nueva realidad y obra de todos, el puerto se va a abrir a un nuevo futuro de forma inmediata.

La monumentalidad que Ibiza ostenta como Patrimonio de la Humanidad goza de un escenario irrepetible en el puerto y no debería consentirse ninguna exclusividad que modifique el interés general en Ibiza. El puerto, por tanto, tendría que ser el autor y actor principal de este cambio necesario. Apropiarse de la música, con una 'exclusiva horaria' desgarradora, no es libre competencia sino apropiación indebida. En este caso, la música no es inocente.