White Lines son líneas de cocaína. Título de esta serie de Netflix que, de nuevo, muestra una horrorosa imagen de Ibiza, y a unos DJs delincuentes y drogadictos.

En Internet se publicita con absurdos comentarios como: «Ambiente extravagante y sensual de Ibiza». «Una combinación de buen gusto e inteligencia». «Recorre una Ibiza de ensueño, plagada de tentaciones, belleza y peligro».

Dicen que todo ocurre en Ibiza, pero el noventa por ciento de la serie está rodado en Mallorca.

Zoe es una inglesa con problemas psiquiátricos que vuela a Ibiza para averiguar quién asesinó a su hermano Alex, por el que estaba fascinada. Alex era un famoso DJ muy drogado, masoquista, bisexual, prepotente e imbécil, que hace balconing y en una fiesta loca se arranca un diente con unas tenazas para divertirse.

Las primeras imágenes son de una lancha de traficantes yugoslavos que descargan la droga en la barca de un DJ de Ibiza. A ese DJ se le rompe una de las bolsas con droga en el jardín de su casa, y deja en el césped una gruesa raya de coca de unos veinte metros de largo. Un portero de una discoteca, que se lía con Zoe, mata a los yugoslavos.

Uno de los protagonistas es el dueño de nueve discotecas de Ibiza. Está enamorado físicamente de su madre con la que se restriega en la cama desde su adolescencia. La madre es muy rica y ninfómana. En una escena masturba al cura de Ibiza, que disfruta mucho con la paja.

Una negra organiza fiestas con tremendas orgías para ricos.

Cocaína, heroína, mescalina, porros y pastillas se consumen en jardines con piscina mientras se practica sexo, estilo porno, con música electrónica a todo decibelio.

Hay asesinatos, escenas de mucha violencia y torturas.

A un DJ, para hacerle confesar quién asesinó al inglés Alex, le torturan atándole a un muro hecho con grandes altavoces de discoteca. Otro DJ va subiendo los decibelios hasta que le revientan los tímpanos.

(Tiene gracia que el chunda-chunda sirva para torturar a la gente. Para muchos esa música, a todo volumen, es una verdadera tortura).

En casa de la familia millonaria, propietaria de las nueve discotecas de Ibiza, se reúnen para hablar de construir un Casino. Y uno dice: «Ya ha llegado el Sr. Martorell. Podemos empezar la reunión».

La frase me sorprendió mucho. Claro que yo organicé inauguraciones y fiestas en Lola's, Pacha, Amnesia, Atzaró y en las desaparecidas KU, Charly Max y Naïf. Pero nunca me reuní con mafiosos ni traficantes de Ibiza.

Me gustaría que el Consell invitase a Ibiza a Alex Pina, director y productor de esta serie. Yo me ofrecería a enseñarle una Ibiza que desconoce.