Puede entenderse que ante una crisis económica las instituciones acudan en ayuda de las empresas que más sufren, pero lo que no se comprende es que esas ayudas consistan en agravar problemas que se suponía que había que erradicar. Si se quiere apoyar a las constructoras y a los hoteleros, hay otras formas antes que seguir llenando nuestro pequeño y exiguo territorio con más cemento. Dejar que las industrias turísticas aumenten su superficie un 15% justo cuando se intenta frenar el consumo de territorio en las islas es sencillamente impresentable. Esa medida, encima, incluye a las discotecas que, por cierto, no son precisamente pequeñas en Ibiza. Pero el decreto alumbrado por el Govern llega al extremo de aplazar la prohibición de los plásticos de un solo uso para que las empresas «puedan dar salida a sus stocks». Es decir, a las empresas hay que ayudarlas, pero al planeta no. Todo era fachada, todo era broma. Incluso se perdona el 75% de canon que pagan las salas de juego, un sector que tiene bastante que ver con la ludopatía y que está creciendo como la espuma en los últimos años. También hay que ayudarles. No se ha oído, en cambio, que se vayan a reducir impuestos a las librerías ni a otros negocios culturales. Este decreto, por increíble que parezca, lo ha aprobado un Govern progresista. Si del PSOE puede esperarse cualquier cosa, lo que no entiende el electorado de izquierdas es cómo Podemos y Més se han entregado de forma tan cómplice a semejante disparate. Una cosa es ser socio y otra es ser simple pandereta. Pero es que la poltrona tira mucho y, además, borra cualquier principio.