La crisis sanitaria provocada por la COVID-19 todavía no nos ha dejado, pero ya se vislumbra lo que será la continuación de una tragedia social: la crisis económica. Sería temerario hacer un pronóstico sobre cómo evolucionará la economía y de qué manera se recuperará de un parón mundial sin precedentes. Nunca antes se había destruido tanto empleo en tan poco tiempo; nunca antes tantas empresas habían estado tan cerca de bajar la persiana o, por desgracia, de haberlo hecho ya.

En el caso de Baleares, el daño es todavía mayor. El turismo es el sector más afectado por la crisis y, a diferencia de lo que ocurrió con la crisis financiera de 2008, nuestras islas serán una de las regiones más afectadas. Podemos trabajar para potenciar otros sectores, para innovar, para salir más fuertes que antes de todo este proceso, pero la realidad es que solo podemos vivir del turismo. Y en las Pitiusas el caso es más sangrante. Aquí no sale rentable abrir una fábrica de automóviles. A lo que hay que añadir los innumerables obstáculos que encuentran las empresas locales para conseguir ser competitivas con las de fuera.

Todos los costes son mayores: las empresas tienen que pagar más a los trabajadores para que estos puedan permitirse un alquiler, el precio del combustible suele ser un 30% más caro en Ibiza que en la península, cualquier material que llegue de fuera suma a su precio de venta el coste del transporte. Y no hay alternativa, ¿o sí?

Tenemos una posible solución, de la que se habla desde hace décadas, y que todavía nadie ha tenido la voluntad real de ponerla en marcha. Se trata del famoso Régimen Especial de Balears. Ese que se aprobó a finales de la anterior legislatura deprisa y corriendo. Un REB que aportaba poco o nada, carente de las medidas fiscales que antes eran urgentes y hoy son vitales. ¿Quieren propuestas para que la recuperación económica sea más rápida y menos traumática? Pues aprueben ya las medidas fiscales que hagan falta para que las empresas insulares compitan en igualdad de condiciones con las empresas de la península. Es lo más justo. Y no hay alternativa.