En solo tres semanas las prioridades y problemas de la Unión Europea han cambiado del día a la noche con la irrupción del coronavirus en los 27 países que la conforman. La Unión ha pasado de afrontar graves problemas de migración en sus fronteras mediterráneas, especialmente en la última crisis de los refugiados en Grecia, la urgencia de los problemas por el cambio climático, el terrorismo, la salida de Gran Bretaña de la UE, el brexit y los recortes en las ayudas a la agricultura de los países del sur a priorizar como afrontar una pandemia global y una crisis sanitaria inimaginable. A esto se le ha sumado un inesperado y grave problema de abastecimiento de medios sanitarios básicos para paliar el virus, otra brutal crisis económica y social, y sobre todo una desunión a la hora de aplicar criterios globales económicos, sociales, políticos y sanitarios para el conjunto de la Eurozona.

Desde el comienzo de la expansión del C0vid-19 en los distintos países de la European Union se instaló un 'Sálvese quien pueda' de tintes nacionalistas que ha hecho saltar todas las normas y compromisos adquiridos en materia de sanidad, gasto público, deficit económico y políticas sociales en el llamado Espacio Schengen, cuya filosofía lo define como: un solo país, con una política común de visados. El coronavirus, ese virus sin Corona, logró lo que el terrorismo islámico, anteriores crisis económicas y políticas no habían conseguido: romper los criterios de unidad económica, el mayor sustento de la UE como tal, y el modelo de bienestar social admirado e imitado de la Europa de los veintisiete, ya sin Gran Bretaña.

El actual gobierno de la UE no ha estado a la altura de la situación que planteó la pandemia desde sus primeros brotes. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, estuvo más pendiente entonces de la crisis de los refugiados en la frontera griega que del coronavirus y tuvo que suspender un viaje a Grecia para atender la inminente crisis sanitaria, lo que restó un tiempo vital para analizar una respuesta conjunta antes del contagio europeo. Ello la obligó a dar entrevistas a televisiones de varios países para mantener la idea de unidad de acción. La entrevista que concedió a TVE no despejó las dudas y más que apaciguar ánimos, dejó entrever su falta de liderazgo para afrontar la crisis que se agrandó con las discusiones en el Parlamento Europeo por las formulas de solventar la crisis económica presente y futura. La burocracia de la UE es lenta porque de ella emana el 90% de las decisiones que asumen sus miembros. Ante la crisis las naciones del sur de Europa, encabezadas por España e Italia, piden un nuevo Plan Marshall con la creación de bonos de estado denominados coronabonos, entre otras medidas pero los estados del norte no lo ven viable. El Banco Central Europeo (BCE) inyectó 750.000 millones de euros el 19 de marzo como primera mediada para evitar que se hundiesen los bonos italianos, las primas de riesgo y tratar de amortiguar la caída de las bolsas en la ya maltrecha economía europea, sin mucho éxito. Ursula Von der Leyen se ha visto forzada a prestar un subsidio público a empresas de 100.000 millones y a reajustar las cuentas europeas del presupuesto plurianual de la UE para el periodo de 2021-2027, de momento.

Frágil unión política. La frágil unión europea, sustentada en la unidad monetaria, se ha resquebrajado a nivel político con la triple crisis social, económica y sanitaria. Cada país busca una salida a la pandemia a su aire, sin unidad de criterio para la compra de material sanitario o la búsqueda de soluciones económicas y políticas. Holanda, Alemania y los estados ricos del norte no quieren prestar dinero a los del sur sin garantías para afrontar sus crisis económicas porque todavía recuerdan los despilfarros cometidos en la crisis del 2008 y los rescates a Grecia, España, Portugal e Italia. No han olvidado la construcción de estructuras nacionales y regionales aeroportuarias innecesarias, utilizadas luego como pistas para probar prototipos de coches, los modernos pabellones e instalaciones deportivas sin uso adecuado, las autopistas y otras infraestructuras, y un despilfarro de dinero público en el rescate a la banca.

Cierre de fronteras y blindaje. Esta ha sido la primera vez que la libertad de circulación entre países del Espacio Schengen se ha suspendido transitoriamente por circunstancias excepcionales. La austera y ejemplar Alemania fue la primera en romper la principal regla europea: la unión fronteriza. Cerró sus fronteras y blindó su territorio para proteger a sus ciudadanos de la pandemia. Esto obligó a otros países a seguir sus pasos y a la propia UE a controlar sus fronteras continentales para evitar un mayor contagio. Una semana más tarde, ante el agravamiento de la crisis económica, Alemania hizo saltar por los aires su sagrada regla del control del deficit público de los países miembros que ella misma había impuesto como norma esencial para mantener la unidad económica. El Bundestag echó por tierra de golpe sus postulados de economía liberal con acento alemán.