El panorama no puede ser más desolador. La crisis mundial sin precedentes ocasionada por la pandemia del coronavirus ha paralizado la actividad económica, salvo los servicios esenciales y algunas otras actividades, como la construcción, que también acabará parando. El daño al entramado productivo de Ibiza y Formentera es muy profundo, con un sinfín de expedientes de regulación temporal de empleo por parte de empresas que han visto cómo de la noche a la mañana tenían que cerrar; los ingresos caen en picado pero deben seguir haciendo frente a los pagos de los gastos fijos. El cien por cien de los hoteles pitiusos, cerrados desde el jueves por orden del Gobierno salvo los que darán servicio a trabajadores esenciales, se verán obligados a hacer ERTE, según anuncia la propia presidenta de la Federación Hotelera de Ibiza y Formentera, Ana Gordillo. El batacazo económico es generalizado, pues el efecto dominó llega a todos los sectores. Nadie se salva: solo varía el mayor o menor dramatismo de las situaciones personales.

Son especialmente angustiosas las historias de fijos discontinuos a quienes su empresa aún no ha llamado -ni llamará- pero ya se han trasladado a las Pitiusas y han pagado cantidades astronómicas por una vivienda; o los fijos discontinuos cesados. En ambos casos, el Gobierno garantiza que podrán acogerse a la fórmula de los ERTE para que ningún trabajador se quede sin cobertura.

Pero tal es la cantidad de ERTE que se han iniciado en Balears -se espera que superen los 10.000-, que la tramitación se prolongará más de la cuenta en unos servicios de la Administratación colapsados, y las ayudas que aliviarán en algo a las personas que han perdido su empleo o han reducido la jornada y el sueldo temporalmente, tardarán. Los trabajadores afectados que no tengan ahorros o una red familiar a la que pedir ayuda se encontrarán en una situación muy difícil, por lo que agilizar el pago de las prestaciones por desempleo debe ser absolutamente prioritario.

De entrada, es preciso que el Gobierno central y el Govern balear doten del suficiente personal y medios a los servicios de empleo, para que la tardanza en el abono de las ayudas no agrave el desamparo de los afectados más vulnerables. Solo en las Pitiusas, hasta el viernes se contabilizaban 7.000 trabajadores afectados y 800 expedientes iniciados. Las patronales reclaman a las instituciones que retrasen el cobro de impuestos, y ayuntamientos y consells ya prevén tomar decisiones en este sentido, al igual que ha hecho el Govern.

Toda ayuda va a ser poca para que la economía pitiusa se vuelva a poner en marcha tras esta catástrofe. Por ello, será necesario comenzar a trabajar cuanto antes en un plan de contingencia, en el que tanto el sector público como el privado, y los agentes sociales, unan esfuerzos para estudiar y trazar un camino enfocado a la reanudación de la actividad. Este plan debe contemplar también medidas para afrontar el peor de los escenarios: que la próxima temporada turística se pierda por completo, tal y como temen los hoteleros. Medidas de ayuda eficaces tanto para trabajadores como para empresarios, pues si estos se arruinan durante la crisis, no podrán reabrir sus negocios y, por tanto, tampoco podrán crear empleo.

Y a todo esto hay que añadir la grave dificultad económica que supondrá para el Estado tener que hacer frente al pago de funcionarios, pensiones, ERTE y un número de parados que podría situarse de la noche a la mañana en un millón más de los que ya existían, todo ello en un contexto de caída de ingresos tributarios por la parálisis de la actividad económica y con muchos países de la Unión Europea atravesando similares dificultades sociales, laborales y financieras. Es un escenario diabólico.

No sabemos aún el alcance que tendrá la crisis provocada por la pandemia del coronavirus, pero en nuestras islas será brutal y duradera. Pasarán meses, siendo optimistas, hasta que el tráfico aéreo y los flujos de turistas entre países se reanude tal y como lo conocíamos, pues la reacción ante esta pandemia ha sido muy dispar. Los países que logren contener y reducir la curva de contagios no podrán exponerse a recibir a viajeros procedentes de otros lugares más laxos, que podrían provocar un repunte de la enfermedad. Esta es la situación de China, que el jueves decidió prohibir la entrada al país de extranjeros, para evitar rebrotes del coronavirus.

Además de que el bolsillo de quienes antes podían ir de vacaciones ya no estará para afrontar estos gastos, pues el empobrecimiento es generalizado, no será fácil vencer el temor a viajar después de vivir durante varios meses sometidos a las actuales medidas de confinamiento y alejamiento social que dejarán una profunda huella psicológica en la población. Para recuperar la confianza y la percepción de seguridad se necesitará también un tiempo, una vez que se haya superado la emergencia sanitaria.

La recuperación económica de unas islas a las que solo se puede llegar en avión o barco será más lenta que otros destinos turísticos peninsulares, que podrán atraer a turismo interior.

Las instituciones pitiusas, los empresarios y los sindicatos deberán ser muy realistas a la hora de afrontar los futuros escenarios. Hay que prepararse para lo peor para poder gestionar mejor la recuperación y minimizar el daño.

DIARIO de IBIZA