Lamentablemente, los ciudadanos ya nos hemos acostumbrado a la indolencia de algunas instituciones ante las irregularidades que se cometen. Aunque sea un asunto de dominio público, a las administraciones les cuesta mover un dedo si alguien no denuncia y a veces ni por estas. No importa que la polémica tenga relación con unas obras ilegales, la apropiación del espacio público o el tráfico de drogas. Predominan la apatía y la falta de reacción.

Esta columna no suele estar protagonizada por asuntos de actualidad ajenos a la isla. Sin embargo, desde que tengo uso de razón, jamás había visto un caso de desidia administrativa y falta de humanidad tan extremo y prolongado en el tiempo como el que se ha destapado estos días en Mallorca: la prostitución masiva de niñas de entre 13 y 17 años residentes en los centros de 'protección' de menores de la isla. Estas niñas, según ha denunciado Diario de Mallorca, son explotadas sexualmente por una red de proxenetas sin escrúpulos a los que nadie ha parado los pies. Ocurre al menos desde hace tres años, aunque existen casos documentados desde el año 2010, y no se han producido detenciones ni se ha llevado a cabo una investigación policial o judicial lo suficientemente ambiciosa como para desarticular esta mafia.

El Institut Mallorquí d'Afers Socials, que depende del Consell Insular de Mallorca, ha reconocido hasta dieciséis casos de prostitución de menores residentes en los centros que gestiona. Pero los educadores que trabajan con estas niñas, según hemos podido leer en este periódico, aseguran que son muchísimas más. En algunos centros, la totalidad de las niñas acogidas son prostituidas regularmente.

Existe una mafia que hasta ahora ha actuado sin cortapisas, que induce a estas niñas a escapar ocasionalmente de los centros. Una vez fuera, a cambio de dinero, drogas o regalos, mantienen relaciones sexuales con adultos. Algunas han sufrido previamente abusos en el seno de la familia y ahora son convencidas por sus compañeras para formar parte de la red, que sin duda resulta altamente lucrativa para los proxenetas en la sombra. A tenor de lo denunciado por los educadores, serían docenas de casos al año o incluso cientos, pues la treintena de centros de protección que hay en Mallorca proporcionan acogida a más de 350 menores.

De las cifras se deduce no solo que hay un grupúsculo organizado de desalmados dedicado a explotar sexualmente a niñas, sino que además existe una colonia de pederastas lo suficientemente amplia como para generar tal demanda de prostitución infantil. No estamos hablando de Tailandia, Camboya o Filipinas, países en vías de desarrollo asociados al turismo sexual con menores. Ocurre en Mallorca, la isla vecina, donde las autoridades, pese a las insistentes denuncias por parte de los profesionales que atienden a estas niñas, no consta que hayan movido un dedo y solo ahora, cuando la prensa ha destapado su vergonzosa inacción, la Fiscalía anuncia la apertura de una investigación. ¿Cómo es posible que no se iniciara con todos los medios necesarios en cuanto los trabajadores de los centros dieron la voz de alarma?

De no haber saltado la liebre por la violación grupal de una niña de 13 años en Palma las pasadas fiestas navideñas, caso al parecer vinculado a la misma red, nunca habríamos sabido que en nuestro exitoso archipiélago se producen situaciones tan vergonzosas y tercermundistas.

Si en Mallorca hay tal cantidad de menores prostituidas y, en consecuencia, tantos pederastas que abusan de ellas, cabe preguntarse qué ocurre en Ibiza. En las Pitiüses se han llevado a cabo esporádicas detenciones por prostitución de menores en locales de alterne. El caso más sonado relacionado con menores fue el juicio a Thierry Roussel, playboy y exmarido de la multimillonaria Cristina Onassis, por la muerte en 2002 de dos modelos y una tercera que quedó inválida. Procedían de Europa del Este y una de ellas solo tenía 16 años. Le acompañaban en su barco y fallecieron al chocar con un catamarán mientras se divertían con una moto de agua. La impresión es que ni tan siquiera se ha arañado la superficie.

Ante la abrumadora desprotección de las niñas tuteladas de Mallorca, uno solo puede preguntarse de qué pasta están hechos esos policías, funcionarios judiciales y directivos del servicio tutelar menores como para ignorar estos abusos durante tanto tiempo. ¿Quiénes son? ¿Cómo se llaman? ¿Dónde trabajan? Si no somos capaces de educar, proteger y velar por la salud física y mental de la infancia, especialmente en el caso de los menores sin familia, únicamente podemos definirnos como una sociedad fracasada. ¿Cómo es posible que no aún no se hayan producido dimisiones ni despidos? ¿A qué esperan los máximos responsables? ¿Hay alguien?