El cómico JJ Vaquero comparte en Twitter una lúcida reflexión en estos últimos días del año: «Esto de vivir es tan complejo que cada año que acaba, pienso que he tenido un año de mierda, pero si analizo todos los años que tengo, pienso que he tenido una vida de puta madre». Y claro, la trampa en la que caemos todos está en que el balance del año lo hacemos en unos días concretos en los que, además, se nos juntan los estreses de los gastos desproporcionados; las compras (incluyendo las de última hora, los no te olvides de y los seguro que se te ha olvidado); las reuniones con parientes (los buenos y los regulares); las llamadas de los parientes (los que no tienen whatsapp) y responder o no, los cien mensajes de copia pega de whatsapp, que de tan pixelados, ya sabes que van rodando desde antes incluso de que existiera el whatsapp. En ese caldo de cultivo, a nada que se junten un par de noticias malas en el telediario (y qué día no), el balance es apaga el mundo y vámonos. Y sí, hace falta esa perspectiva de la vida (entera), frente a la del año (a finales de diciembre) para animarnos a continuar. Qué distinta sería la cosa si el balance lo hiciéramos, por ejemplo, en agosto, cuando estamos en la playa, descalzos, despeinados y en lugar del móvil, estamos pendientes de un mojito, ¿verdad? ¡Que no es que esté en contra de hacer balance! Que es más que sano, imprescindible, para comprobar si el camino que llevamos se parece al que queremos llevar. Las quejas son sobre cómo y cuándo lo hacemos.

Una de las innumerables ventajas que aprendes viajando es valorar el tiempo. Si vas a un lugar al que quizá no vuelvas y que te supone una inversión en dinero, ¡vaya que aprovechas el tiempo! Disfrutas de acostarte tarde y madrugar. Caes rendido sin protestar ¡sonriendo! En definitiva: apuras cada minuto porque ahí sí eres consciente de que ese tiempo, no volverá. En cambio, en el día a día, puedes jurarte al llegar verano que este año sí, vaya que sí, irás a Punta Galera, pero al final, cada vez que te apetece un baño, te conformas con Platja d'en Bossa porque se aparca fácil y porque qué pereza caminar. Y así, se escapan los veranos, que es lo mismo que decir que se escapa el tiempo. El tiempo que no vuelve más.

Es una lección esta que solemos aprender a golpes, cuando una llamada te avisa de que alguien ya no está y te rompe por dentro cada cosa que podrías haber hecho o dicho y ya no será. Maldita manía de valorar lo que se tuvo cuando ya lo perdimos y dar por supuestas cosas que no lo son en absoluto. Y las que sí lo son, os lo advierto, lo son solo por un tiempo limitado: sea el de las cosas o, cuanto menos, el nuestro.

La RAE, aunque sea por una vez, tiene una preciosa definición: la de la palabra 'tiempo'. Aunque con muchas acepciones, comparto algunas: «Duración de las cosas sujetas a mudanza. Magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. Época durante la cual vive alguien o sucede algo. Oportunidad, ocasión o coyuntura de hacer algo». ¿Veis la maravilla? El tiempo en que no haces nada, no es que sea tiempo no aprovechado, o tiempo perdido ¡es que ni siquiera es, RAE en mano, tiempo! Por eso, ahora que el año se acaba, quería pediros dos cosas. La primera, que hagáis balances ¡claro que sí! Pero un cuatro de marzo, o un dos de abril. Que la fecha y la frecuencia la pongan las ganas y, a poder ser, que sean en un sábado soleado en que te has quedado remoloneando en la cama con tu persona favorita. La segunda que, por favor, regaléis tiempo. También a vosotros. No contamina, no pasa de moda, no ocupa lugar, no te equivocas con la talla, no cuesta dinero y, sin embargo, no hay nada que valga más precisamente por lo que tiene de efímero.

La música nos trae una explicación más certera (y más hermosa) de la importancia (vital) del asunto ese del tiempo. Es en su 'tempo' que, al igual que 'tiempo', proviene del latín tempus; «momento, instante, ocasión propicia», y hace referencia a la velocidad con la que se ejecuta una pieza musical y se contabiliza por pulsaciones por minuto. ¿Veis qué maravilla? Aquí no importan los minutos transcurridos, ni se hace un balance de lo larga que ha sido una pieza, sino de todo lo pulsado, lo vivido en ella.

Ahora sí, en mi balance personal desde este último artículo de este 2019, quiero daros las gracias por el tiempo en que me habéis acompañado desde el otro lado de las páginas de este Diario de Ibiza. Gracias. Gracias. Gracias. Os deseo lo mejor. Me despido con una canción con un tempo, y un ritmo y un mensaje preciosos: ' As time goes by'; Debes recordar esto/ un beso sigue siendo un beso/ un suspiro es un suspiro/ las cosas fundamentales se aplican/ así como el tiempo pasa/ y cuando dos que se aman se comprometen y aún se dicen: 'Te amo'/ en eso puedes confiar/ no importa lo que depare el futuro/ as time goes by.

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