2020 está a la vuelta de la esquina, pero ya ha dejado la primera polémica. El 1 de enero llega a España lo nuevo del maestro Clint Eastwood. Que, al parecer, ha «alterado una historia real de forma machista». Un periódico de Atlanta ha protestado porque la periodista que investiga un atentado con explosivos se acuesta „en la ficción„ con uno de los agentes. Una podría entender que los familiares de la mujer en la que se basa el personaje „que falleció en 2001„ se sintieran ofendidos. Pero el Atlanta Journal-Constitution ha enviado una carta a Eastwood y a Warner Bros quejándose de que a la reportera se la presenta como alguien que utiliza relaciones ilícitas para obtener información. Son muchos los prejuicios sobre los periodistas. Y sobre las mujeres periodistas. Uno es que el sexo tenga una motivación oculta. Como si no pudiéramos acostarnos con compañeros, jefes o fuentes si no es a cambio de algo. El diario se lamenta de que parece que aceptan que se ofrezca sexo a cambio de historias. Como si una empresa periodística tuviera algo que decir sobre la vida íntima de sus trabajadoras. Me pregunto si la indignación sería similar si fuera un varón. Y exigen que Warner Bros «reconozca públicamente que algunos hechos son imaginados con intención dramática y que a la hora de presentar ciertos hechos y personajes se ha tomado licencias artísticas». Aquí el insulto ya es triple: como mujer, como periodista y como adulta, capaz de distinguir la realidad de la ficción. Me empiezo a hartar de esa corrección política que me toma por gilipollas. Como si fuera necesario exigirle a Steven Spielberg que deje bien clarito que se inventó lo del camión asesino y lo de los dinosaurios.

Menos mal que Goya pintó 'La maja desnuda' y Rubens 'Las tres gracias' sin tanto censor. Porque resulta que Clint es machista. No como Star Wars, que ahora fomenta la igualdad de género, 40 años después de que Leia fuera „con toda naturalidad„ una heroína y una autoridad en un mundo de hombres. Convendría no llevar la injusta discriminación que padecen aún muchas mujeres al terreno únicamente emocional. Corremos el riesgo de que „como 'fascista'„ implique tantos niveles de denuncia que pierda cualquier significado estable. Si todo es machista, nada lo es. De eso se aprovechan los populismos para mezclarlo con elementos mucho más peligrosos. Y acaban defendiendo la prisión permanente revisable para violadores a la vez que tachan de desproporcionada la condena de 38 años de cárcel a tres adultos por acostarse con una niña de 15 años. O llamando conejos a los hijos de madres solteras. Eso sí es machista.