Una de las películas más taquilleras de 1999 fue 'Matrix'. Guapos, cuero, gafas de sol, artes marciales y Nokia. Concretamente, el modelo 8110. Todo el mundo quería llevar un móvil de esa marca. Sobre todo, el de la tapa que se abría y cerraba deslizándose. Era símbolo de estar a la moda, tecnológica y estéticamente hablando. Hoy ya no son competitivos. Los analistas apuntan a varias razones: directivos que iban de gallitos de corral y que, en vez de contribuir a la viabilidad de la empresa, competían entre ellos, subestimar a la competencia o no saber cuál debía ser la estrategia global de su empresa. La realidad es que hoy, cuando llamemos a nuestros amigos, familiares o amantes, no lo haremos con un teléfono de la marca finlandesa. El riesgo de no poner el foco en lo importante, de no reconocer lo relevante y de centrarse en lo anecdótico es que puede llegar un día en el que te hayas perdido tanto que ya no haya vuelta atrás y, como Nokia, te quedes fuera de juego. Como Kodak, otra empresa cuya desaparición resultaba impensable y que actualmente se estudia como ejemplo de un negocio fallido por, entre otros motivos, no estar atento a los cambios en el entorno y por primar la rentabilidad por encima de la orientación al usuario. Otro error de foco, se quedaron en los asuntillos secundarios.

El inversor John Doerr ha publicado 'Mide lo que importa', un manual en el que explica cómo consiguieron que Google sea lo que hoy es. Según Doerr, todo pasa por tener muy claro cuál es tu objetivo. Qué quieres resolver, en qué te quieres dejar la piel y qué vas a hacer para llegar a ese fin. La meta debe ser ambiciosa y los resultados clave deben estar alineados con ella, deben ser medibles y hay que revisarlos periódicamente. Es importante la calidad, pero también la cantidad. Ninguna empresa, organización o proyecto tendrá más de cinco objetivos y cinco resultados clave.

Pienso en esto mientras leo las noticias y consulto redes. Ojalá tuviéramos a un Doerr de asesor de iniciativas públicas, aunque me conformo con alguien con un mínimo sentido común. Y es que algunos representantes ponen en marcha campañas sin saber qué quieren lograr más allá de notoriedad, titulares y entradas en redes sociales. El último ejemplo es la impulsada por el Ayuntamiento de Palma para tratar de contribuir a borrar el racismo del lenguaje. Si creen que sustituyendo la expresión 'No hi ha moros a la costa' por 'No hi ha roba estesa' arreglamos algo, es que nos tienen en baja estima y confían poco en la inteligencia y sensibilidad de los ciudadanos. Es poner un parche, y encima bastante mediocre, a un problema de mucho más calado. Necesito creer que los que están al mando de la gestión y de los dineros públicos saben que el racismo o la intolerancia se combaten con cultura, educación y sensibilización. El riesgo de permitir determinadas iniciativas superficiales para solventar asuntos serios es la banalización de la cuestión y, por cierto, mi segundo apellido es Fuster. Soy xueta y considero que proponer la palabra miserable como sinónimo es un error de bulto. Ha sido mucho peor el remedio que la enfermedad. Y eso sí que es un serio problema.