El turismo en Sant Antoni vuelve a ser objeto de polémica, tras el anuncio, por parte del Govern balear, de restringir la oferta de 'todo incluido' de los hoteles de este municipio, eliminando el alcohol de la ecuación para combatir el turismo de borrachera. Los hoteleros ya se han pronunciado en contra y han subrayado que en Sant Antoni solo hay seis hoteles con este tipo de oferta y que, además, está destinada a público familiar.

Desde el origen, el 'todo incluido' se ha justificado en la necesidad de dar mejor servicio y atención al cliente. Bajo esta premisa, la industria hotelera ha gestionado dicho producto en competencia con sus propios asociados y, de forma desleal, con las pymes de la oferta complementaria, como bares, restaurantes y comercios. Los hoteles con 'todo incluido' retienen a sus clientes y frenan la actividad de los negocios más pequeños, una práctica que hace menos sostenible el conjunto de la economía turística, algo que también afecta a la imprescindible redistribución de la riqueza.

La iniciativa del Govern balear, en todo caso, no afronta el auténtico origen del problema que hoy padece Ibiza. No es otro que la doble puerta que en su momento abrió la nueva Ley Turística para que hoteles y restaurantes de playa, entre otros negocios, realicen unas actividades de animación que han transformado por completo y de manera injustificada la economía isleña, perjudicando mucho más a la oferta complementaria que el 'todo incluido'. De esta forma, su actividad principal ha pasado a ser secundaria y viceversa. Así, hay restaurantes y hoteles, conocidos por todos, que han evolucionado con el mayor de los descaros a clubes de playa y discotecas diurnas puras y duras. Ya no venden arroces o habitaciones, sino copas y baile. Y ocurre también en suelo rústico.

Todo gracias a este concepto tan etéreo como insustancial de las denominadas 'actividades complementarias de animación', al que nadie pone remedio. La Ley Turística, en definitiva, ha abierto un melón de consecuencias devastadoras.

Los conciertos y actuaciones musicales que se realizan en zonas exteriores de los hoteles y en los denominados clubes de playa, dirigidos a las masas, llevan aparejados un consumo de alcohol que se extiende durante todo el día y produce graves problemas de convivencia, además de una competencia desleal que, como se ha dicho, perjudica a una oferta complementaria que no estira la legislación de esta forma desproporcionada. La Ley Turística, en definitiva, ha roto por completo el equilibrio que antes existía en la isla. Quienes acuden a estos establecimientos, que son una parte sustancial de los turistas que frecuentan la isla, no van a actuar ni participar en otras actividades el resto del día y en buena parte de la noche.

El ocio nocturno, de hecho, está desapareciendo o quedando relegado a un papel marginal. Basta con ver el comportamiento del puerto de Ibiza, que antes era la postal más vendida de la isla. Entre la actuación de Ports de Balears y los festivales diurnos de Platja d'en Bossa, el puerto ha dejado de ser el centro de atención, con el desgarrador perjuicio que supone para los bares, restaurantes, comercios, mercadillos, etcétera, de toda la zona. Y lo mismo puede aplicarse a Sant Antoni, con la irrupción de determinados beach clubs.

Lo que más chirría de esta iniciativa del Govern balear de restringir el 'todo incluido' es que tenga que ser esta institución la que, desde Mallorca, venga a regularnos la actividad a los ibicencos. Lo hace, además, de forma errónea, ya que los verdaderos problemas, como hemos visto, son otros. El Consell Insular d'Eivissa tiene las competencias turísticas cedidas por el Govern balear y es quien debería ponerse las pilas y regular en consecuencia.

Ante esta exasperante falta de iniciativa vista en los últimos años por parte de la máxima institución ibicenca, la Asociación Balear de Ocio Nocturno y Entretenimiento (Abone), pidió un dictamen jurídico a un bufete especializado que analizó toda la legislación balear. En sus conclusiones, estableció que con la actual Ley Turística los consells insulares son, sin género de dudas, competentes en su ámbito territorial en materia de ordenación y planificación turística.

Los ayuntamientos necesitan una nueva regulación de actividades, horarios y aforos que respetando el medio ambiente, contaminación acústica y lumínica, no alteren el equilibrio que la isla nos ha dado, que se ha perdido y necesita recuperarlo. Esta regulación se tiene que hacer desde Ibiza y para Ibiza.