Paseaba por la Plaza Szabadság, en Budapest, como podría haber paseado por cualquiera. Me senté en un banco y observé que en otro banco delante de mí había una anciana, sola, inmóvil. Al principio no le di importancia, pero para cuando mis pies se habían repuesto de caminar, sí me llamó la atención ver que no había cambiado la postura. Me acerqué temiendo lo peor al verla con la cabeza inclinada hacia atrás, pero no. Cruzaba su rostro una larga y franca sonrisa. Había logrado la posición exacta en que los árboles repartían la brisa y todo el sol de Hungría se concentraba en su cara. Era feliz. Estaba sola, pero era feliz. Y supongo que me imaginé cuánto me gustaría ser ella cuando me alcance la vida.

Creí reconocerla estos días en televisión cuando vi el revuelo por otra anciana inmóvil en otra plaza, esta vez en Bilbao. Para sorpresa de los viandantes, se trataba de una escultura hiperrealista creada por el artista Rubén Orozco ubicada en un banco del Paseo del Arenal. Titulada 'La última persona fallecida en soledad', forma parte de una campaña de la Fundación BBK que busca llamar la atención sobre la soledad de muchas personas mayores.

La escultura está realizada a imagen exacta de una mujer real, Mercedes, de 89 años y que conoce en carnes propias la cruda soledad y que comprueba, con tristeza y asombro, como su falsa figura sí llama la atención de quienes pasean, que hacen cola para sentarse a su lado, bromear con ella, o tomarse una fotografía juntos. Mientras, Mercedes sigue ahí, a un paso, sola. «Antes tenía mi vida, pero ahora no tengo nada. Se te van muriendo los amigos, se te va muriendo la familia y eso es terrible. Es como si estuvieras muerta en vida». Dice la anciana modelo de estatua.

Semanas antes la policía descubría en el distrito madrileño de Ciudad Lineal a Isabel, una mujer de 78 años momificada. Llevaría muerta quizá 15 años. Algunas vecinas calculan que dejaron de verla allá por el 2000. Otras estiman que el 2004. Pero ninguna está segura. Cuando alguien lo comentó en alguna reunión de vecinos, el presidente dijo que las cuotas se seguían pagando religiosamente. Siguiente punto del orden del día. Lo mismo sucedía con los recibos del banco. Precisamente la sucursal está en el mismo bajo del edificio donde Isabel llevaba a saber cuánto muerta, eso sí, sin excesivos olores porque la casa estaba bien ventilada. Los empleados argumentan que «cuando una persona tiene saldo positivo y los movimientos son solo de los recibos domiciliados, no se genera una alarma. Si el saldo hubiese sido negativo, el banco sí habría indagado». Otro motivo más para fundirte lo que tengas en vida que para algo es tuyo. Que el muerto al hoyo y el vivo al bollo, y que lo que se han de comer los gusanos, lo disfruten y mucho los cristianos.

Decía el también fallecido Punset que «la pregunta no es si hay vida después de la muerte, sino si hay vida antes de la muerte». En un universo paralelo, Ricardo Arjona cantaba «señora, no le quite años a su vida, póngale vida a los años, que es mejor».

En España, solo un 6,7% de los jóvenes de entre 25 y 29 años viven fuera de casa de los padres. De las cifras más bajas de Europa. Aún peores, solo un 1% de los menores de 25 se han emancipado. Los estudios ya estiman que 1 de cada 4 no tendrá hijos. Los tiempos no dan. Mientras, se da la paradoja de que más de dos millones de mayores de 65 años viven solos. Son la mitad de las personas que viven solas. Más de 850.000 tienen 80 o más años y la mayoría son mujeres: 662.000. No en vano Soledad es nombre de mujer. Y Dolores. Y Angustias. Pero también Esperanza. Porque la soledad no es la misma cuando es disfrutada a cuando sientes que la vida y los vivos te fueron dejando colgada que es «como si estuvieras muerta en vida».

A pesar de que Holanda nos da mil vueltas y gracias a las ayudas estatales, tienen la media de edad de abandonar el nido en 23 años, el Centro Residencial Humanitas, en la ciudad de Deventer, llegada la crisis „insisto: a la holandesa„, puso en marcha un experimento ofreciendo alojamiento gratuito a estudiantes a cambio de pasar un mínimo de 30 horas mensuales acompañando a los mayores. Ayudan en tareas como servirles la cena o enseñarles a usar un Ipad y sacarle partido a los selfis. Lo cuenta en su charla TED uno de los protagonistas: Jurriën Mentink. Dice que nada tiene que ver aprender Historia de un libro a contada por quienes la vivieron. Los mayores dicen que, desde que están los jóvenes, se habla menos de muerte y a cambio, se vuelven a comentar los partidos del domingo. El resumen es, que tanto unos como otros, valoran de una manera más intensa eso que llamamos 'vida'.

Y mientras, nosotros, levantamos una ceja al escuchar la noticia de una anciana hallada en la bañera de su casa a la que nadie, nadie, echó de menos y hace falta que sea de resina para que nos acerquemos a una mujer sentada sola en un banco.

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