Fuimos muchos los que nos equivocamos al analizar el resultado de las elecciones generales del pasado 10 de noviembre. Nos dejamos contagiar por el vértigo inicial de ver cómo un partido de indisimulada ideología franquista, con un discurso tan incendiario como retrógrado, superaba los 50 escaños. Por esa razón y sin rumiarlo demasiado, ante el modesto resultado obtenido por las principales fuerzas políticas y el descalabro de Ciudadanos, proclamamos a Vox como el gran vencedor de los comicios. Craso error.

La formación ultraderechista, obviamente, ha salido tremendamente reforzada de las urnas y ya no se les puede tomar a pitorreo como si fueran una manada de frikis salidos de 'La escopeta nacional' o cualquier otra película de Berlanga. Sus inquietantes propuestas se discutirán en el Congreso y abrirán los periódicos día sí y día también. Ya lo estamos viendo en los parlamentos de Andalucía y Madrid, donde la semana pasada se volvió a debatir sobre el aborto con un lenguaje trasnochado y un furor dogmático que ya creíamos superado.

El asunto es que, aunque Vox tenga previsto encender una traca semanal desde su papel de segundo partido de la oposición, únicamente van a ser fuegos de artificio. De momento, no disponen de suficiente poder como para impulsar cambios legislativos en el Congreso y lo más probable es que vayan quedando aislados de manera progresiva, si el PP oscila verdaderamente hacia el centro y juega sus cartas con inteligencia. En caso de que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias -que han dejado al país estupefacto al hacer posible en 48 horas lo que resultó inviable en medio año-, logren llevarse el gato al agua, los vencedores de las elecciones van a ser claramente otros.

Para que el gobierno progresista que se está cocinando salga adelante, el apoyo de cada diputado cuenta y muchos van a vender bien cara su piel. Por eso, los grandes triunfadores de los comicios serán Teruel Existe, el Partido Regionalista de Cantabria, el Bloque Nacionalista Galego, Coalición Canaria y Nueva Canarias, además de formaciones bisagra habituales, como el Partido Nacionalista Vasco y, presumiblemente, Esquerra Republicana de Catalunya.

Algunos de estos partidos cuentan con un solo diputado y en una legislatura van a obtener más beneficios para sus regiones que en décadas de bipartidismo. Todos ellos ya han anunciado que tienen bien definida su agenda turolense, gallega, canaria o cántabra, y que para dar el sí quiero a Sánchez e Iglesias van a tener que hacerla realidad. O sea, una lluvia de millones para estos territorios, que verán cómo el ansiado AVE por fin llega a su puerta, se erigen nuevos hospitales y se otorgan subvenciones a diestro y siniestro.

Ibiza, lógicamente, no va a rascar un céntimo de este reparto, salvo que lo reclamado por los canarios, relacionado con la insularidad, acabe siendo de obligada aplicación en Balears. Lo mismo que ocurrió con el 75% de descuento para residentes en los billetes aéreos y marítimos, beneficio que nos cayó de rebote.

Vistos los limitados resultados que obtienen las Pitiusas de los partidos tradicionales -al estar supeditados a las direcciones autonómicas y nacionales apenas tienen margen de maniobra-, hay que ir pensando en una formación regionalista para la isla. Puede llamarse Partido Nacionalista Ibicenco, Ibiza También Existe o tal vez, para contrarrestar la intoxicación mediática que provoca la fauna variopinta y supuestamente glamurosa que nos frecuenta, Partido del Ibicenco Corriente. El nombre, en todo caso, es lo de menos.

No vale una formación de corte balear porque al final todo acaba yendo para Mallorca. Tiene que ser 100% ibicenca. Imaginemos que dicho partido se hubiese presentado a las elecciones y obtenido tan solo uno de los tres diputados que ha cosechado Ibiza. Ahora, al igual que Teruel, Cantabria o Canarias, estaríamos negociando con Sánchez e Iglesias nuestra agenda ibicenca. Exigiríamos las depuradoras y desaladoras que fueran menester, fabricar electricidad de forma sostenible sin que la chimenea de Endesa parezca la de un horno crematorio, que la política de la Demarcación de Costas deje de ser un cachondeo y que tanto el puerto de Vila como el aeropuerto ofrezcan un servicio adecuado a los residentes, en lugar de parecer Las Vegas, entre otras peticiones.

Si el modelo triunfa, puede aplicarse después a la política balear y colocar en el Parlament a unos cuantos ibicencos de espíritu crítico para reivindicar, sin pelos en la lengua ni el lastre de un gran partido detrás, el reparto justo de la ecotasa y tantos otros asuntos de importancia capital para la isla. Esta estrategia resultaba una quimera en tiempos del bipartidismo pero ahora, con la fragmentación política existente, hasta el Partido del Ibicenco Corriente podría sacar tajada.

@xescuprats