Todo ha sido absurdo en esta maldita historia. La presencia del dictador en dependencias estatales pertenecientes al Patrimonio Nacional, el tono elegíaco que tenía dicho monumento funerario en honor a un personaje nefasto, la inacción que gobiernos de izquierda y derecha habían practicado acerca de este asunto, las mil trabas que familiares valleinclanescos, magistradillos berlanguianos y políticos dantescos intentaron poner a la obvia exhumación. Así que a la mañana del 24 de octubre le correspondía cumplir con una alta dosis de surrealismo, y corrió a cargo de las televisiones del país, que se apresuraron a retransmitir en riguroso directo un acontecimiento que se estaba celebrando a puerta cerrada y era, por tanto, irretransmitible. Aunque en algún momento se valoró la posibilidad de permitir a las televisiones acceder al interior de la basílica o, al menos, difundir alguna señal institucional durante la transmomización, finalmente se decidió vetar el acceso de los medios a la tumba, pero eso no desanimó a La 1, Antena 3, Telecinco o La Sexta, que ofrecieron programas de dos, tres, cuatro horas, anunciados como retransmisiones de la exhumación. Gustavo Bueno ha argumentado sólidamente que, a pesar de su étimo, la televisión está más relacionada con la facultad de ver a través de los objetos opacos que con la posibilidad de ver a lo lejos. Aun así, los muros de la siniestra cripta no permitieron esta vez obrar el milagro de Santa Clara y la retransmisión de la exhumatio non petita tuvo que conformarse con recursos de exteriores y mesas de tertulia, tal y como retransmiten los partidos de fútbol las cadenas que no tienen los derechos de imágenes. P. D.: ¿Hubo un epílogo absurdo al absurdo con el que se concluyó esta historia absurda? ¡Sí! Ya en Mingorrubio, individuos con indicios de deterioro incordiaron a una periodista de Antena 3 mientras sus correligionarios coreaban «¡prensa española, manipuladora!». Tuve que recurrir a 'Sopa de ganso' de los Hermanos Marx para abrazarme a un atisbo de sensatez.