El pasado fin de semana un amigo me preguntó por qué no se iba Vicent Torres tras el escándalo de los gastos con dinero público de su número dos, que acababa de dimitir (en falso). 'Lo que está muerto no puede morir', le contesté, parafraseando la sentencia de los adoradores del dios ahogado en 'Juego de tronos'. Torres estaba fuera de juego mucho antes de las elecciones autonómicas y, sin embargo, fue cabeza de lista al Consell de Ibiza en una jugada incomprensible del PSOE, con Marta Díaz como su principal valedora, su campeona. Siempre me he preguntado cuál era el ascendiente, el poder, los favores impagados o los secretos inconfesables que conservaba la exvicepresidenta sobre la cúpula socialista para asegurarse la primera fila del cartel. Como directora balear de Justicia, hace casi una década, ya fue acusada de dilapidar fondos públicos en gastos personales y es algo que nunca se tuvo en cuenta después. A Marta Díaz no se le puede negar su inteligencia y capacidad de trabajo, pero tampoco su habilidad para medrar como arma política y, ya en el poder, llevó a cabo una gestión cortijera, paniaguando a sus más cercanos. Tanto dentro como fuera del PSOE era bien conocido el chiringuito que se había montado con la moda Adlib y ahí seguía, acudiendo a las ferias desde la oposición. Ahora Díaz se queda en el Consell y Torres se va por la puerta falsa del PSOE, en lugar de haber salido hace meses por la principal del partido y de la institución insular.