Troya está en Santa Eulària. Y lo que guarda en su tripa no es un ejército aqueo sino unos cuantos solares por recalificar. Que los niños del municipio tengan que sacarle punta a sus lápices en un barracón, que estén en los colegios como en latas de sardinas, que pierdan salas de música o espacios comunes curso tras curso porque cada año hay más estudiantes pero no más aulas o que los parches provisionales se conviertan en una normalidad eterna... Eso da igual. Como si los políticos estuvieran aquí para solucionar problemas. Hace más de cuatro años que se habla de la necesidad de contar con un nuevo colegio en Santa Eulària. Uno de esos que, según el conseller de Educación, no se pueden construir en el aire. Hace más de cuatro años que los ibicencos en general y los santaeularienses en concreto aguardan un solar en el aposentar los cimientos del ansiado centro. Hace un año, el Ayuntamiento, preguntado por enésima vez por el terreno, se excusó en que Educación no lo había solicitado oficialmente. En ese momento, sin embargo, el solar estaba ya «parado» en la Comisión Balear de Medio Ambiente, según hemos sabido ahora, porque su modificación estaba ligada a la de otra decena de terrenos. Santa Eulària sólo tiene que desligar ese solar del resto para que Medio Ambiente le dé el visto bueno. En un tris. Presentarlo por separado. Pero no. Troya está en Santa Eulària. Ahí está el caballo. Todos saben lo que hay dentro. Y les importa exactamente lo mismo que el colegio.