Nadie formula todavía presagios inquietantes, no se baraja la posibilidad de una recesión, no hay en el horizonte fantasmas que anticipen un nuevo retroceso radical. Pero sí es evidente que estamos pasando por una etapa de turbulencias que comprometerá nuestro ritmo brillante de crecimiento hasta ahora y que obliga a adoptar cautelas y a tomar medidas que faciliten las reformas que a su vez pueden mitigar las contrariedades. El último dato inquietante es del desempleo de agosto, negativo, agridulce. Como es sabido, el número de parados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo subió en 54.371 desempleados en agosto, su mayor ascenso en este mes desde 2010, cuando aumentó en 61.083 personas. En términos desestacionalizados, el paro subió este pasado mes en 4.435 personas. También ha bajado significativamente la creación de empleo en términos interanuales: en el último año, el paro se ha reducido sólo en 116.264 personas. Sin embargo, la afiliación media a la Seguridad Social alcanzó los 19.320.227 ocupados en agosto: es el agosto con más afiliados desde que hay registro, y, en términos interanuales, el Sistema suma de media 480.413 afiliados más. Hay otros datos negativos recientes, como el retroceso sistémico de la industria y la caída de la venta de automóviles el pasado mes? Pero no hay que inquietarse, no estamos al borde del abismo. Sencillamente, tenemos que tener a punto las medidas adecuadas, que prevenir con prudencia esa mayor inclemencia del tiempo económico. Para ello, necesitamos un gobierno sólido y resolutivo. Deberían pensarlo todos quienes están en la obligación de facilitarlo.