El narcoturismo. Los 'putiyates'. Las jóvenes exhibidas como trozos de carne de abusar y desechar. Los preservativos usados que jalonan el paseo de Platja d'en Bossa o flotan en s'Arenal. La arrogancia del lujo más hortera y chabacano. Los macarras de Ferrari rojo. Los 'alternativos' de fiestones ilegales en espacios naturales que espantan a las aves, tiran las colillas en el bosque, lo dejan todo lleno de mierda y arremeten con palos y piedras contra Guardia Civil y Policía cuando cumplen el deber de disolverlos. Su descaro y bravuconería. Los 'hooligans'. Los conductores hasta las cejas de coca. Los borrachos al volante. Los atropellos. Las víctimas de la droga. Los comas etílicos. Los muertos. Los zulos en alquiler. Las camas calientes. Los precios de extorsión. Las estafas. Los atascos. Las aguas verde sucio. La saturación de las playas. Los vertidos. Las facturas cinco estrellas por servicios mediocres. Los matones. El ejército de piratas e impresentables que hacen cada verano lo que les da la gana. La falta de respeto. La impunidad. Los plásticos en el mar, los vertederos del campo, la mugre en las calles. El hedor... Eso y más perjudica la imagen turística de Eivissa, pero la huelga de camareras de piso contra la sobrecarga de trabajo que las destroza y en defensa del derecho a la salud de todas ellas, las 'invisibles' de la industria hotelera, lo que ha proyectado en cambio al exterior es una admirable muestra de compromiso y valentía que, al menos a mí, me ha hecho sentir orgullosa de que estas hermosas mujeres sean mis convecinas. Entre tanta indecencia, ellas ofrecen hoy el mejor ejemplo de dignidad y coraje en esta castigada isla. Toda mi admiración.