Llegaste a este mundo sin hacer apenas ruido un día cualquiera de invierno de hace nueve años y te has ido del mismo, casi de repente, un día en mitad del verano. Entre uno y otro sí te has hecho notar. Y mucho.

No has pasado desapercibido para nadie de los que hemos tenido la suerte de conocerte, estar a tu lado y poder compartir contigo este tiempo, ni siquiera para aquellos que simplemente han oído hablar de ti. Has dejado huella y vivido tu corta vida intensamente, a toda velocidad.

Hay una teoría que explica que las estrellas más potentes, las que más iluminan y más calor generan, se apagan primero precisamente por ese motivo, porque tienen tanta energía que se consumen antes.

Has sido un auténtico 'disfrutón', con una capacidad innata para sacar partido de todas las cosas, buenas o menos; todo te ha interesado y tu voluntad para adaptarte a tus progresivas limitaciones no ha dejado nunca de sorprendernos y emocionarnos.

Eras un niño valiente y noble, muy noble. Fuerte y sensible, geniudo y cariñoso, inteligente e ingenuo a la vez. Todo eso y mucho más. Insustituible, único, diferente y con una personalidad arrolladora.

Por todo ello, en este momento la sensación es de abandono, tristeza e incredulidad. ¿Tanta lucha para nada? Casi nos escandaliza. Es muy injusto. No te lo merecías. Tú menos que nadie.

Hace unos años te dije que eras un gorrión. Me pediste explicaciones de por qué motivo te llamaba así y te razoné que, al igual que los gorriones, tú también eras pequeño, vivaracho, movido, simpático y muy listo. Te gustó, recuerdo oírte decir que estaba «muy bien pensado» y desde ese momento asumiste esa definición como propia.

Un gorrión, lamentablemente con las alas rotas. Se te han ido cerrando puertas, aunque siempre confiamos en que te escaparías, que acabarías acertando con una ventana, que volarías alto. Y, si bien puede resultar paradójico, pienso que lo has conseguido, pese a que la salida que finalmente has encontrado no era la que queríamos para ti.

La verdad es que tú siempre has ido por delante. Incluso sospecho también que, de alguna misteriosa manera, tal vez para poder por fin descansar, decidiste partir al menos un par de semanas antes de la fecha oficial de tu marcha.

Estoy seguro de que ninguno de los que te hemos rodeado cambiaríamos ni uno solo de los momentos que hemos pasado junto a ti, ya fuera en Ibiza, Barcelona, Alemania o en nuestro querido Somaén. Con tu forma de ser nos has ayudado a valorar y disfrutar las pequeñas cosas y nos has hecho mejores personas.

Me niego a pensar que nada tenga sentido y creo que el amor no se pierde. Por esa razón hoy estás más presente que nunca, ahora en cada uno de los que te hemos conocido y, con tu ayuda, trataremos de vivir por ti. Intentaremos que, allá donde te encuentres, con tu eterna sonrisa burlona de medio lado, puedas estar orgulloso de nosotros.