Los seguidores (casi todos) de la S.D. Formentera venimos de momentos de máxima ilusión como equipo y como isla también... ahí están los enfrentamientos coperos con el Sevilla, el Alavés y ese minuto final en San Mamés, donde nunca supimos si fuimos galgos o podencos. Incluso el descenso de segunda B a tercera no supuso una depresión colectiva, como suele suceder cuando un chef afamado pierde una estrella Michelín. No, desde el principio sabíamos que la tarea era difícil e incluso ingrata por muy bien que lo hicieras. Aún así seguimos instalados en la nube del «qué buenos somos».

La temporada pasada, sin ir más lejos, volvimos (no sin esfuerzo y suerte) a los play-off para el ascenso... «todos a Villaviciosa» con más ganas de fiesta que fe en la proeza... perdimos, nos eliminaron y nadie de los que fueron o los que nos quedamos perdimos ese sentido de la ilusión que nos transmite el equipo... Ya que estamos en Asturias disfrutemos de lo que da el mar y la tierra (hasta alguno mandó fotos desde Tazones, donde desembarcó Carlos V de Alemania cuando llegó de Flandes).

Ahora hay que armar la escuadra para afrontar la nueva temporada. Dicen que toca ajustarse el cinturón (porque vivir en Formentera, es fácil, pero no barato) y en esas está el presidente y sus colaboradores mirando las cuentas, que me consta no serán las del Gran Capitán, sino las del contable aplicado para que cada diezmo llegue al lugar donde de mejor resultado.

Siempre se ha dicho que en el fútbol los triunfos son directamente proporcionales a los dineros que el club se gasta. Algunos (recuerden muchos de los casos) tienen mecenas que se dejan fortunas en el césped (incluido el artificial) y luego vienen las debacles y las depresiones. Me consta que no es el camino de nuestro presidente y que va por la vereda firme para conseguir mantener la ilusión a buen precio.

Lo mejor en cualquier caso es ser realista, decir aquello de «lucharemos hasta el final» que es como no decir nada y no lanzar campanas al vuelo sobre play-off y demás mandangas. Eso sí, el realismo económico lleva consigo (querido presidente) mirar hacia la cantera para aprovecharse de lo bueno que tenemos en casa y no salir a un mercado complicado. Cuentas con la parte de ilusión que nos han dejado estos años atrás y no es una patrimonio baladí, si sabemos explotarlo.