Muchos de los grandes problemas de nuestra sociedad se cimentan sólidamente en la desesperante incapacidad de las administraciones de enfrentarse a nuevos retos. Resulta curiosa la inventiva del ciudadano de a pie para burlar las leyes (taxis piratas, pisos turísticos ilegales, abusos en los alquileres...) y lo absolutamente obtusos que se vuelven en cuanto acceden a un cargo. Es uno de los grandes enigmas de la historia: en la barra del bar y en la cola del súper todos sabemos qué se cuece, cómo se cuece y quién cuece la mayor parte de las ilegalidades. Pero en los despachos oficiales parece que no tienen ni pajolera idea de cocina. Se les debe poner la mente en blanco. Josep Ángel Costa, el gran Soldat, publicaba el otro día el caso de un avispado que ha creado una red clientelar de taxis pirata que alcanza a más de 2.500 pazguatos. Totalmente regulada, con normas estrictas y tarifas por kilómetro y con sus extras previstos. ¡Qué bien nos vendría tamaño emprendedor en la conselleria correspondiente! El problema es que, vistos los antecedentes, probablemente pierda toda su capacidad organizativa al entrar en la Administración. Debe ser desesperante gobernar en un caos que parece ya consolidado. Mejor pasarse al lado oscuro.