Leyendo a Harari -su atractivo ensayo 'Sapiens'-, aprendemos que la civilización actual llegó cuando el hombre dejó de ser cazador y se convirtió en agricultor-recolector. Y en esas estamos todavía, pero la tecnología y el progreso nos han llevado demasiado lejos, como acaba de recordarnos Naciones Unidas en su informe 'Suelos y cambio climático' aprobado en Ginebra por el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC).

Estamos asolando el suelo, desertizando grandes territorios, extendiendo la contaminación, y al mismo tiempo nuestra ganadería intensiva produce excesivas emisiones e inunda la tierra con un exceso de materia orgánica. Pero, por añadidura, todo esto es altamente irracional: tiramos a la basura entre el 25 y el 30% de los alimentos que producimos y en el mundo hay unos 2.000 millones de adultos que son obesos o tienen sobrepeso, aunque 821 millones de personas están todavía desnutridas.

Uno no sabe si el arreglo de este desbarajuste servirá para contener el cambio climático; lo que sí es seguro es que estamos desbarrando, que el desarrollo incontrolado nos ha llevado a una posición altamente insalubre que tendríamos que revisar íntegramente. Ya es indicativo que el gran esfuerzo de hoy día no consista en avanzar más sino en corregir los entuertos de las últimas décadas, devolver la habitabilidad y la sostenibilidad al planeta y recuperar la naturalidad en los procesos más elementales: la agricultura, la ganadería, la organización social, la formación pacífica de las diversas clases de familia que la complejidad humana demanda? Podría pensarse, con alarma, que está todavía todo por hacer.