Un verano más en Ibiza. Al llegar encuentro cerrada Sargantana, la pequeña Galería de Arte de Sant Josep. Llamo al galerista, Gastao Heberle y me confirma mi peor temor: el cierre es definitivo. Hace ya seis años, cuando se vio obligado a abandonar su otra galería (Galería Berri, en Sant Agustí) este Diario publicó una entrevista que le hizo Laura Ferrer con un premonitorio titular: «El arte ya no cabe en el contexto actual. Lo que crece es la fiesta en su peor sentido».

Me viene a la memoria mi primer encuentro con Gastao, en la Ibiza de 1980. Un colega de la embajada de Colombia en París me ofreció en alquiler una casa payesa en los alrededores de Sant Josep. Acepté la oferta sin haber visto siquiera una foto: me bastó saber que estaba en el campo, que sus muros estaban encalados y que tenía las cinco camas que necesitábamos.

"Las llaves te las dará Gastao, que tiene una galería de arte junto a la iglesia de Sant Josep", me dijo Hernán Tobar (que tal era el nombre de quien había restaurado con auténtico esmero 'Can Pep Miquel').

Los recuerdos son el carácter servicial de Gastao, que guardaba las llaves de la casa de los amigo sin contraprestación alguna, y la dimensión humana de la isla donde todos se conocían y reinaba un espíritu de confianza recíproca: Hernán nos dio el nombre de Juan 'Portmany', que tenía que terminar de colocar una ventana en la casa; de María, su cuñada, que nos podía ayudar para lavar la ropa; de Esperanza, la antigua propietaria, que seguía trayendo a pastar sus cabras, por la tarde?

Volví a pasar por Sargantana y admiré unas atractivas acuarelas que mostraban, con un original y sugerente estilo naíf, las gentes y los paisajes ibicencos.

"Las pinta Jussara, mi mujer. También pinta óleos del mismo estilo", me dijo Gastao.

Mi presupuesto no me permitió entonces adquirir ninguna y tuve que conformarme con un par de postales que las reproducían. (Años después, me pude desquitar: tengo tres jussaras).

Visité con asiduidad sus dos galerías y empecé a descubrir a los artistas locales por los que Gastao apostaba dedicándoles exposiciones individuales en la Galería Berri. El primero que recuerdo fue Antonio Hormigo y sus acogedores volúmenes de olivo; más tarde, en los últimos años de su vida, el consagrado Ferrer Guasch, con sus impactantes contrastes de luces y sombras. Y tantos otros artistas, incluidos los extranjeros asentados en Ibiza. Pero un espíritu cosmopolita como el de Gastao (recriado en Moscú y en París) no podía dejar de buscar también obras de artistas foráneos, como el pintor uruguayo Torres García o el mallorquín Rivera Bagur. (Incluso recuerdo un 'matisse by Elmyr de Hory').

Pero si hay un artista cuya obra ha sido difundida con pasión por Heberle, éste es el pintor ruso-francés Voldemar Boberman, afincado en Ibiza en los años que precedieron a su muerte en 1987 y cuya exhaustiva biografía publicó en 2014 Ingolf Scola. ('Un pintor en las turbulencias del siglo XX'). Gastao, que le dedicó una retrospectiva en 1988, conoce como pocos la obra del genial y prolífico pintor y siempre ha conseguido tener en sus galerías dibujos, aguadas, y acuarelas suyos; de vez en cuando, incluso alguno de sus óleos parisinos, para satisfacción de coleccionistas.

Gastao es, además, un referente cultural en Sant Josep y, creo, en toda Ibiza. Desde su llegada a la isla ha publicado tres libros ambientados aquí, entre los que destacan los cuentos de 'Los trabajos y los días' (1979) y los relatos de 'Boira' (1983). Además, en aquellos años ochenta, en el jardín de su galería de Sant Agustí -junto a la hermosa iglesia - organizaba conferencias de divulgación cultural abiertas a todo el mundo. En el público de aquellas charlas veraniegas podían coincidir inquietos empleados de banca de Sant Josep y algún banquero de la capital que pasaba el mes de agosto en la isla. Nunca fui invitado a dar una conferencia en un marco más original, ni ante un público más dispar y, al mismo tiempo, igualmente atento.

En los últimos años, alguna vez he encontrado a Gastao apoyado en el quicio de la puerta de Sargantana, contemplando hierático el transcurrir de la vida cotidiana. Al preguntarle cómo estaba me respondió con su característica sorna brasileña:

"Esperando a que me declaren BIC".

Seguro que las Administraciones municipal e insular tienen a su alcance distinciones adecuadas para reconocer a una persona que tanto ha hecho para animar la vida cultural de Ibiza, que hoy parece lanzada por otros derroteros.

Añoranza de Berri, de Sargantana y de aquella Ibiza? Lo malo es que, como escribió Neruda «nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos».