En línea con esta ansia desaforada por exprimir hasta la última gota de la ubre ibicenca, la actitud de ciertas empresas públicas ya roza el delirio. A menudo, algunas de estas entidades escogen especular hasta con el último palmo de terreno, en lugar de ofrecer un servicio de calidad al ciudadano. En su momento, la idea inicial de Ports de Balears, entidad dependiente del Ministerio de Fomento, de convertir la estación marítima de los andenes en un centro comercial ya se nos antojó un disparate. Ahora padecemos las consecuencias de esta misma fiebre lucrativa en el aeropuerto de Ibiza.

Uno de los fenómenos negativos por los que la temporada de 2019 pasará a la historia es el caos que se vive a diario para acceder al aeródromo. Hay días en que la terminal pitiusa registra unas colas infames que algunos taxistas, según publicaba este periódico hace algunos días, estiman en media hora en momentos puntuales del día. Treinta minutos para entrar y otros treinta para salir, denunciaban. Consecuencia, ya hay profesionales que renuncian a prestar servicio en el aeropuerto para no perder tiempo ni dinero. Muchos clientes incluso se bajan en la rotonda de La Ponderosa para no arriesgar y acaban el trayecto a pie, arrastrando la maleta por el asfalto. Es tercermundista.

Los residentes que acuden a recoger o llevar a algún familiar lo padecen igual y hay quien incluso prefiere meterse en el parking, aunque solo sea un minuto, acercarse al cajero y abonar los céntimos requeridos por la estancia mínima, con tal de no comerse el atasco de entrada. Otros le echan más cara y acceden por los carriles de los taxis, sin que nadie se lo impida. Acaban provocando la misma situación de colapso en la zona donde trabajan estos profesionales, con el agravante de ocasionar largas colas de pasajeros recién aterrizados, incluso cuando hay suficientes vehículos para atenderles.

Ante este caos incontestable, AENA replica que ya tiene un proyecto para reorganizar los accesos y abrir una nueva entrada por la zona oeste del recinto, imaginamos que para los vehículos que proceden de Sant Josep. Una nueva obra, por tanto, que como todas supondrá ampliaciones de carreteras, hormigón y, muy probablemente, más expropiaciones.

Cabe sugerirle a AENA que comience por reorganizar los espacios de circulación que ya obran en su poder y que dedica, de forma absurda, a especular en lugar de emplearlos en la mejora de la fluidez del tráfico. En estos últimos años en el aeropuerto hemos visto de todo: discotecas, salas de recogida de equipajes empapeladas de anuncios, mesas de relaciones públicas de salas de fiestas desde las que se aborda a los recién aterrizados? Sin embargo, no hay ejemplo más surrealista que la dichosa cafetería con terraza plantada en mitad de los carriles de acceso.

En algunos aeropuertos se ha implantado esta moda de instalar cantinas en los exteriores de la terminal. La diferencia es que se ubican en aceras peatonales amplias, sin interferir con el tráfico. Solo en Ibiza nos las hemos ingeniado para plantar un bar en medio del asfalto, provocando una parte muy sustancial del desastre que hoy sufrimos en la terminal.

Una vista aérea desde Google Maps permite discernir que existe el carril por donde ahora circulan los coches, otro más ocupado en parte por la cafetería, lo que limita el espacio para aparcar, y un tercero cortado y prácticamente en desuso, donde aparcan algunas motos. A continuación, tras la valla de separación, dos carriles más dedicados exclusivamente a taxis. Conclusión: un carril inutilizado y otro que se emplea a medias por culpa de la cafetería.

La consecuencia de semejante chapuza es que al final el carril principal también se emplea para que entran y salgan viajeros de los coches, generando un atasco monumental. De ahí que numerosos particulares acaben arriesgándose por la zona de taxis, extendiendo el desorden. Si se desmontara la dichosa cafetería, podría dedicarse toda la zona central, ahora sin uso, a albergar hasta tres espaciosos carriles paralelos, que agilizarían notablemente la bajada y subida de pasajeros, sin cortar permanentemente la circulación.

Al mismo tiempo, se produce un colapso de salida, pues al carril que utilizan los particulares se unen los de los taxis, provocando un cuello de botella. Tal vez podría reorganizarse la marcha de todos los taxis por detrás del parking de autobuses, de forma que accedieran a la rotonda de salida por una vía alternativa.

La terminal pitiusa superó el año pasado los ocho millones de pasajeros y ya rozamos el límite de lo que podemos crecer. Antes de plantear otra megaobra, con más asfalto y expropiaciones, mejor reorganizar el desastre que ya existe.

@xescuprats