La conselleria de Salud del Govern balear anunció el pasado mes de abril el inicio de una ronda de contactos con los ayuntamientos de las islas para animarles a prohibir expresamente fumar en las playas. Se trata de una medida beneficiosa para nuestra salud y la de las propias playas. Por muchos ceniceros que se hayan repartido en las costas españolas, la arena es un campo minado de colillas. Los niños antes de hacer castillos de arena van a tener que cribar la tierra con un tamiz para quitar los cigarros (palos de bastoncillos, chupa chups y otros residuos) abandonados en la playa. Eso, o usarlos en sus construcciones a modo de almenas en vez de conchas. Hasta la fecha, solo cinco playas baleares están libres de humo: Santa Eulària y Talamanca en Ibiza y, desde este verano, Cala Estància, Cala Anguila y Sant Joan en Mallorca, un número insignificante teniendo en cuenta los kilómetros de costa de Balears. En países como Japón, donde la zonas de fumadores están bien delimitadas, la playas tienen un punto donde sí se puede fumar, como en la ciudad de Atami por ejemplo, alejado de la orilla del mar y bien señalizado. Y no eran pocos los que allí se juntaban. Así nadie se dejaría olvidada su colilla al lado de su toalla. Todo es una cuestión de respeto.