El Observatorio de Sostenibilidad de Ibiza ha presentado esta semana un informe en el que advierte de los efectos de la masificación turística sobre la isla, así como de la preocupante situación medioambiental, que se manifiesta en diversos indicadores. Uno de ellos es que, desde 2010, el agua del 22% de las playas ibicencas ha dejado de tener la calificación de excelente debido al vertido de aguas contaminadas procedentes de depuradoras que no funcionan bien. Ibiza Preservation Foundation impulsa este observatorio, que pretente evaluar, a partir de datos objetivos y del trabajo de expertos en distintos ámbitos, la situación de la isla desde un punto de vista global. El objetivo es utilizar estos informes para reflexionar sobre las carencias y necesidades de la isla, con ánimo constructivo y para garantizar la conservación de los recursos naturales y el paisaje, y evitar su destrucción bajo el mantra del mal entendido progreso. Esta visión global es fundamental para articular estrategias de futuro, y diseñar una hoja de ruta a medio y largo plazo. Por ejemplo, arreglar o sustituir las depuradoras que están tratando las aguas residuales de forma deficiente debe ser una prioridad del Govern balear, así como de los ayuntamientos y consells en cuyos territorios se sitúan, aunque no sean de su competencia directa.

Llamar la atención sobre el impacto de la principal industria sobre la isla no es, ni mucho menos, un ataque al turismo, sino todo lo contrario: alertar sobre las nefastas consecuencias de actuar por impulsos, sin tener en cuenta el contexto ni los efectos a medio y largo plazo, es la única forma de garantizar el futuro de la fuente de ingresos fundamental de Ibiza. Además, es preciso medir el desarrollo de otra manera y de forma integral, no con las cifras económicas clásicas que dejan fuera otros indicadores que proporcionan una fotografía mucho más precisa, y que están relacionados con el medio ambiente, con los recursos naturales o con la exclusión social.

El incremento de la sensibilidad hacia el medio ambiente se ha convertido en un signo de los tiempos que vivimos, inmersos en una crisis de consecuencias catastróficas derivada del cambio climático que está provocando la acción humana. Hay que celebrar que esta mayor preocupación se haya incorporado también al mundo empresarial, donde surgen iniciativas modélicas para eliminar los plásticos de un solo uso, o se apoya el trabajo de entidades como Ibiza Preservation Found, la Alianza del Agua o el I Foro Marino, por citar algunos ejemplos.

La reflexión sobre el impacto medioambiental de nuestra actividad económica es necesaria y urgente para orientar las políticas de nuestras instituciones. Esta misma semana se ha conocido también el disparate al que puede conducir la libre competencia sin una regulación sensata: la línea marítima entre las Pitiusas tiene 169 enlaces diarios durante la temporada estival, lo que da lugar a que salgan hasta cuatro barcos a la vez de distintas compañías, a menudo sin apenas pasajeros. El gasto en combustible y la contaminación que provoca este intenso tráfico marítimo se podrían evitar si se aplicara el sentido común, y se utilizara el decreto de Transporte Marítimo para limitar los trayectos en base a criterios de sostenibilidad, tal y como reclama la diputada electa de Formentera, Silvia Tur.

Otro estudio alarmante que se ha hecho público esta semana ha sido el que denuncia que los cruceros que llegan a Ibiza contaminan más que todos los coches de la ciudad, según un análisis realizado por Transport & Enviroment, cuyas conclusiones rechaza la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros. De poco sirve penalizar los vehículos de motor diésel, en lo que Balears es pionera en España, si no se actúa sobre estas auténticas ciudades flotantes que pueden utilizar un combustible mucho más sucio y con niveles elevadísimos de azufre porque la normativa española es menos estricta que la de otros países europeos. También es preciso buscar fórmulas para evitar la llegada de varios cruceros a la vez con miles de pasajeros, cuya gestión puede colapsar los espacios portuarios y su conexión con la ciudad y la red viaria insular.

Introducir la conservación de nuestros valores medioambientales como un factor determinante de las estrategias económicas es fundamental, especialmente en islas como Ibiza, cuyo patrimonio natural es una de sus señas de identidad. Por eso es tan importante la labor de estos observatorios, porque actúan como semáforos en rojo que nos advierten de que debemos cambiar nuestro rumbo si queremos asegurarnos el futuro. El sector turístico ha de ser el principal beneficiado de esta forma de funcionar, mucho más respetuosa con nuestro entorno, con la conservación de nuestra principal fuente de riqueza y, en consecuencia, con la preservación de nuestros intereses económicos.