Una amiga de Madrid quiere venir a Ibiza unos días así que me ha hecho esa petición que los ibicencos, estemos donde estemos, escuchamos una y otra vez: «Qué ver», «qué hacer» para conocer eso que llaman 'La Ibiza de verdad'. Y, de acuerdo, seguro que, de un modo u otro, cualquiera habrá tirado de un amigo aborigen si va a hacer turismo a algún lugar, pero creedme que nunca jamás lo he escuchado tanto. No hay un «Enséñame Toledo, Albacete 'de verdad'».

Supongo que es porque, a pesar de la amplia y ancha fama de Ibiza, siendo honestos, lo es por distintos motivos y en unos cuantos, sale muy mal parada. Pero, aunque haya quien le haga la cruz, otros (los que intuyo inteligentes 'de verdad'), saben que hay algo 'de verdad' que escarbando más que menos, se encuentra.

Habrá por ahí rumores extendidos de que los ibicencos guardamos mapas del tesoro 'para nosotros', donde ocultamos playas, restaurantes, barecitos, puestas de sol? Que no compartimos con nadie más para evitar que, también 'esto', nos lo quiten, nos calcen un beach club o, cuanto menos, nos lo llenen de mierda.

Y es cierto, ¿a que sí? Tenemos un pacto secreto. Como una entrada oculta justo al lado de la entrada VIP de alfombra roja y neones. Es mucho más humilde, vale, pero nosotros lo sabemos: es la importante. Aquí el dinero (aún) no sirve. Solo se puede acceder acompañado de un socio, un ibicenco 'de verdad' o, en contadas ocasiones, con una contraseña que se pasa de boca a boca entre los que son de verdadera confianza: « De part de qui dius que vens?», «De Juanita la panadera, tiene un hijo estudiando Medicina en Barcelona.», «Ay, sí». Y ya, te dejan entrar, por un rato, al paraíso.

A mi amiga, como a otros antes (porque es una amiga 'de verdad') le he dicho entusiasmada: «¡Ve en mayo!». Porque me parece que, si nuestra preciosa isla derrocha placeres durante todo el año, en mayo aflora con sus mejores aromas. Especialmente, para ese asunto de 'conocerla de verdad'.

Las fiestas del Primer Diumenge de maig en Santa Eulària concentran todo ¡todo! para quien quiera adentrarse en las tradiciones ibicencas: hombres y mujeres ataviados con los trajes típicos, ball pagès, carros engalanados, podencos? además de un sinfín de muestras: flores, artesanía, coches y motos de época?

Pero servidora es contadora de historias y no me basta con enviarles una ubicación, sino que disfruto de narrarles el porqué de estas fiestas: la conmemoración de una leyenda en la que una iglesia, s'Església Vella, construida en lo alto de un pequeño acantilado en ses Estaques, cayó entera al mar un primer domingo de mayo. Fue en el momento exacto en que el último de los feligreses salió de misa. Y es la celebración de ese milagro el que dio lugar a la tradición anual de ' anam a maig'. Y en este punto explico que esta frase hay que pronunciarla como lo que es: una exclamación de alegría, y en cambio, cuando ya han acabado, se dice ' venim de maig', que se pronuncia, obligatoriamente, haciendo un puchero, porque nos toca sufrir un año entero antes de volverlas a disfrutar.

Pero, entre nosotros, el puchero dura poco, que sabemos que, en unos días, el segundo fin de semana de mayo, ya tenemos el Medieval. Y ¡ay, el Medieval?! De verdad que conozco unos cuantos, pero ningún otro lugar como nuestra preciosa Dalt Vila, sirve mejor de escenario para transportarte al medievo ni, a su vez, hay un mejor elenco para lucir Dalt Vila en todo su esplendor.

Pero, sobre todo, me parece que en mayo los autóctonos sacamos nuestra mejor sonrisa. Por fin llega el buen tiempo, se abren las terrazas, los empresarios levantan los toldos y la isla huele a pintura y a limpio y, sobre todo? huele a ganas. El guiri es menos guiri y se le recibe con la alegría de quienes son los primeros invitados en llegar a una fiesta que al final siempre? se nos va de las manos. Porque allá por julio, llega la tormenta y esa sonrisa se nos va cayendo, a la par que la Ibiza 'de verdad' va quedando cada vez más tapada por otras, que están, vaya que están? ¡Y nos sobra razón! Que no digo que no, pero este gesto de puchero se nos queda a Ibiza e ibicencos hasta aproximadamente el mayo siguiente en que vuelve a lucir el sol. Y así una y otra vez, una y otra vez?

¿Conocéis el final de la historia de s'Església Vella, verdad? En realidad, no cayó en vano. ¡No, hombre, no! ¿Cómo iba a ser? El torreón y la campana se desplomaron al fondo del mar y cuentan que, cuando hay tormenta, los barcos escuchan el sonido de campanas desde el fondo avisándoles de que hay tierra cerca para prevenir el desastre.

Pues bien, Ibiza, el truco, 'de verdad'? está en escuchar las campanas.