Tenía ya a mis hijos repartidos por ciudades cuando escribí al pequeño para informarle de que ya había dejado oficialmente de ser pequeño: «Te ha llegado la tarjeta censal». «¿Y eso qué quiere decir?» Preguntó. «Que ya tienes 18. Es tu información para que sepas dónde te toca votar». «¿Y votar es obligatorio?» Preguntó de nuevo. «En esta familia sí».

Pero aún, por complicarle más las cosas, le expliqué que él votaba en aquella ocasión en Ibiza, porque era donde se encontraba estudiando su último curso de bachillerato el año anterior.

«¡Pero yo no sé nada sobre Ibiza!», protestaba él. «¿Dónde votas tú?» Y yo le contesté que, en aquella ocasión, en Palma. Nosotros, que como ya he dicho al principio, somos una familia algo dispersa.

«Pues te propongo algo. Yo te ayudo a votar en Palma y tú me ayudas a votar en Ibiza». «Me parece justo». Le respondí. «Pues te aconsejo que votes? a Spiderman».

Y era broma y no, que vaya que hubiera sido la opción más atractiva para él de haber sido candidato, pero como aquel año Spiderman no estaba en lista alguna y consciente de la inmensa responsabilidad que conlleva votar, mi hijo pasó las semanas siguientes escuchando atentamente a los candidatos y sus propuestas. Estaba empezando su particular jornada de reflexión.

Y nos pasamos infinidad de artículos (nos llaman especialmente la atención los de los disparates) y analizamos la viabilidad de los programas.

Después, nosotros, que nunca hemos compartido un Barça-Madrid, sí tenemos una cena romántica viendo los 'cara a cara' y en este punto tengo que reconocer que, tras tantos años dedicándome a la comunicación, yo, que no he visto un solo episodio de 'Juego de Tronos', soy una fan absoluta de los debates electorales: por qué le han escrito esta frase exacta (porque con frecuencia los candidatos son meros ventrílocuos), por qué se han decantado por este color de corbata, por qué y qué hacen con el bolígrafo en la mano? ¡toda esa maravilla del lenguaje corporal! Lo reconozco, estoy muy enganchada.

Pero también hemos hablado largo y tendido del sistema D'Hondt o sistema de votos que se usa en este país (y no en muchos otros), hablamos del voto rogado o las inmensas dificultades que atraviesan tantos españoles por el mundo para ejercer lo que debería ser un derecho de todos.

Hablamos de la cantidad de países en los que votar es un derecho, pero también, como en nuestra familia, una obligación ciudadana: Argentina, Brasil, Suiza? Y de un lugar donde la mujer no tiene derecho a voto y no, no está en África profunda, sino que es la Ciudad del Vaticano.

Hablamos de lo que es 'derecha' e 'izquierda' y de que estos términos tienen su origen en la Revolución Francesa, en la Asamblea Nacional Constituyente, donde se discutía el mantenimiento o no del poder absoluto en la corona. A la derecha se sentaron los que se posicionaban a favor y a la izquierda, los que querían vetar la propuesta. Este reparto de asientos se mantuvo posteriormente en la Asamblea Legislativa. Los miembros del club de feuillants y girondinos o portavoces de la gran burguesía a la derecha, y a la izquierda, los pertenecientes al club de los jacobinos, representantes del club de los cordelliers o sans-culottes (literalmente, sin calzones) o pequeña burguesía. Es decir: el pueblo llano. Pero que toda esa 'derecha' e 'izquierda' ahora se diluye en términos más confusos: 'centro derecha', 'centro derecha moderno', 'derecha moderada', 'centro izquierda'...

Y hablamos de ética y no ética. Y por desgracia, año tras año, de desfachatez. Y de lo barato que sale prometer y no cumplir. Y robar. Y mentir. Y de que todo esto en realidad está muy alejado de la definición primera, del propósito de la política. Esa hermosa primera intención de ' politikós' de los griegos; «Arte propio de los ciudadanos». Cuando muchos de estos políticos son, sin saberlo y sin importarles apenas, en realidad ' idiotes'; «que no se ocupa de asuntos públicos, sino de intereses privados».

También hablamos de que el gran ganador de cada jornada electoral no es este partido, ni este otro, sino la abstención. Es decir: la desgana, el pasotismo. Y como sin embargo hay quien no vota, pero llena las redes sociales sin pudor de opiniones sobre todo lo que debería cambiarse. «Si te indigna, comparte». ¡No, hombre, no?! Si te indigna, vota.

Y hablamos hasta la saciedad de dos cosas que nos sorprenden especialmente: ¿Por qué, siendo tan importante el voto, no se aprende a votar, a votar de verdad, desde el colegio? Y ¿por qué hay gente que cree que se es del Barça o del Madrid, de este partido o de aquel otro, como un mero sentimiento, como si fuera algo inherente al grupo sanguíneo, en lugar de estudiar cada, cada vez, a los candidatos y sus programas?

O lo que viene siendo lo mismo, ¿por qué no hacemos de cada día una jornada de reflexión?